"Valoraciones éticas y antropológicas sobre el mundo de hoy"
La naturaleza humana, tal como se puede mirar
sin prejuicios, con la armonía de sus principios sobre el valor de la vida, de
la persona, de la sociedad, de la familia, del trabajo, de la empresa, etc; el
altísimo concepto de la dignidad del hombre; cómo contrasta con la
minusvaloración que hoy quieren darle.
Es fácilmente cognoscible lo que es bueno y lo
que es malo, lo verdadero de lo falso, la libertad del sometimiento, y sin
embargo hasta estos valores innatos parece como si fueran confusos u oscurecidos.
Nunca como en nuestros días, se ha querido encorsetar
tanto al ser humano. Es vigilado y “normalizado” desde antes de que vea la luz.
Cada acción, cada paso de su vida está siendo legislado “aparentemente” por su
bien, para ser guiado hacia el bien, como si la naturaleza, con sus valores, no
fuera norma en sí misma, y por tanto careciera de valor vinculante.
Desde la mayoría de los gobiernos europeos se hace
norma, o normaliza, todo, como si el pueblo fuera posesión suya. Todo ha de
estar contenido en una ley; hasta entonces, para el positivismo imperante, no
existe camino… Porque, no se puede decir: COMO DICE LA LEY.
Yo lo llamaría el Estado-conciencia, o el
Estado-dios, por su papel moralizante. Decía hoy un político español: “yo
propondré un veraneo distinto para los niños”. Y yo digo: “Y a usted ¿qué le
importa el veraneo de mis hijos? En los diálogos que tienen lugar en España,
los hombres y mujeres parecemos “mercancía de los políticos”.
Muchos ciudadanos tienen que despertar, porque
ya no se preguntan si una acción es buena o mala sino: ¿qué dice la ley? ¿está
prohibido o permitido? Mientras, se proponen conductas inequívocamente equivocadas
como normales, por ejemplo el matrimonio homosexual. Que además está “permitido
por la ley”, es decir, según la lógica dominante, “es muy bueno”.
Con lo cual habría que concluir que el bien o
el mal es lo determinado así por el que gobierna en cada momento.
¿Y todo el mundo en paz? No: dormidos…
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