Algunos se creen que no hay nada más moderno ni avanzado que permitir que los hijos cambien de sexo sin contar con los padres; y que el colmo del progreso es que el Estado se haga cargo de la diversidad sexual de esos “pobres” niños, amenazada por la intransigencia y cerrazón de sus progenitores.
Lo irónico del caso es que eso tan progre, tan avanzado y tan democrático que defienden las leyes de adoctrinamiento LGTB de 11 comunidades autónomas en España, o la ley mordaza LGTB de Podemos, es un invento patentado por regímenes que no eran precisamente progres, avanzados ni democráticos...
Usurpar la patria potestad vulnerando el derecho de los padres a la educación de los hijos es lo que hizo la Rusia estalanista con los jóvenes Pioneros, capaces de delatar a sus progenitores como hizo Pavel Morozov que denunció al suyo por traidor; o la Alemania nazi en la que los niños entraban a los 10 años en el ‘Jungvolk’ (Pueblo Joven) y a los 14 años pasaban a las ‘Hitlerjügend’ (Juventudes Hitlerianas)... y si algún padre se le ocurría invocar el derecho a la educación ya te puedes imaginar dónde terminaba.
O más cerca en el tiempo, la Cuba de Castro, que lavaba el cerebro a los adolescentes, o la Venezuela de Chávez que pretendía que la educación no correspondía a los progenitores sino a la Revolución Bolivariana.
Asumir funciones que no le corresponde, adoctrinando al menor a espaldas e incluso en contra de los padres, no es una novedad que se le acaba de ocurrir al Gobierno de Ontario (Canadá) o a Pablo Iglesias, y su ley mordaza LGTB, sino que es un viejo anhelo de los regímenes totalitarios. Comienza por Stalin y llega hasta Venezuela, pasando por la China de Mao.
Se podría hacer referencia a muchos casos históricos, textos legislativos o declaraciones. Por ejemplo ésta: “Tu hijo, ahora, ya nos pertenece” hecha por un canciller alemán en 1933. Se llamaba Adolf Hitler.
En Alemania, 35 padres han sido condenados a cárcel por negarse a permitir que sus hijos reciban la educación sexual que quieren inculcarles los poderes públicos. Hace un año, no del 80…
En Canadá, una ley de protección a la infancia excluye la fe religiosa e introduce la identidad sexual del niño. La norma establece que a los padres que se opongan a la reasignación de género de su hijo o a cualquier tratamiento médico la Administración les podrá retirar la patria potestad.
O, más cerca aún, las leyes de adoctrinamiento sexual españolas vulneran la libertad de educación recogida en la Constitución en estos términos: “los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”.
Y lo más inquietante no es que esa pulsión estatalista impregne la ley mordaza LGTB de Podemos -dadas las raíces marxistas de Pablo Iglesias y que sus referentes ‘democráticos’ sean Chavez y Maduro-, sino que formaciones moderadas y menos sospechosas de liberticidas -como el Partido Popular- den pábulo a normas que aspiran a sustituir a papá y mamá por ‘papá Estado’.
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