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viernes, 7 de julio de 2017

Banalización científica de la sexualidad en amplios sectores de la cultura actual

(Párrafos de un artículo “La sexualidad humana”) del gran pensador y sacerdote Antonio Ruiz-Retegui, fallecido repentinamente hace unos años.)

Frente a una concepción de la sexualidad cargada de misterio y trascendecia, la situación cultural de nuestro tiempo presenta un contraste sorprendente. No se trata evidentemente de la desdivinización del eros. Esa desdivinización fue realizada de un modo definitivo en la victoria del cristianismo sobre el paganismo. Se trata más bien de la banalización que la sexualidad va sufriendo de un modo progresivamente acelerado en nuestro mundo cultural. Las vías de esa trivialización son varias. Me limitaré a señalar dos: la banalización científica y la banalización lúdica.

Banalización científica (Presentaremos la banalización lúdica, en otra entrada) 

La banalización científica de la sexualidad corre pareja a la reducción cientifista del hombre, como consecuencia del método propio de la Ciencia positiva. En virtud de su corporalidad, el hombre es una parte del mundo material y, por tanto, puede ser objeto de investigación, experimentación, explicación y manipulación por parte de la racionalidad científica y técnica. En virtud de la unidad de la persona, ajena a todo dualismo, los fenómenos humanos tienen una dimensión corporal, por medio de la cual no sólo son expresables según el conocimiento científico, sino que consecuentemente resultan manipulables por la técnica derivada de esa Ciencia.

No es necesario detenerse ahora a considerar detalladamente la reducción de perspectiva que supone el método científico y la ausencia de significados propios y de finalidades naturales en las explicaciones científicas. Baste recordar que en la medida en que se absolutice el método científico como vía de conocimiento de la realidad, ésta se presentará a la mirada humana en una curiosa mezcla de conocimientos e ignorancia: conocimiento exacto, experimentado y comprobable de las dimensiones cuantitativas de la realidad; ignorancia de cualquier significado propio o de finalidad natural. La ciencia positiva alcanza un conocimiento de las leyes de la regularidad del comportamiento empírico, pero al ignorar metodológicamente cualquier sentido propio remite necesariamente a una forma de conocimiento distinto, más amplio, más tensionado hacia la totalidad de lo real, y por eso más profundo. Si esas formas de conocimiento extracientífico son negadas por el cientifismo, los significados naturales propios desaparecen, y queda únicamente el significado y la finalidad que el hombre imponga con su decisión incondicionada, sin más límites que las posibilidades que se encuentran en el material, neutro de significación, que le es ofrecido por la Ciencia.

Es claro que en esta perspectiva la sexualidad humana queda privada de su importancia y trascendencia. Los fenómenos que se refieren a la sexualidad pueden ser descritos por la Ciencia, con toda precisión y exactitud, pero desde ese punto de vista no puede darse esa veneración que encontrábamos aun en formas más primitivas de cultura. Que aquí se ha producido un empobrecimiento, no hace falta insistir en ello. No se trata simplemente de una profundización que sitúa el fenómeno humano de la sexualidad en su justa medida. Se trata de un cambio de perspectiva que ignora metódicamente, y por eso “radicalmente, todo significado que trascienda el conocimiento científico.

La sexualidad resulta así un conjunto de fenómenos biológicos con unas “propiedades operativas particulares y que ofrecen a las posibilidades científicas y técnicas perspectivas muy variadas, es decir, se ponen en manos de los científicos y técnicos capacidades de manipulación y utilización del material humano en su sexualidad para que realice con ellas lo que desee. Estas posibilidades, que hasta hace poco eran relativamente reducidas, se presentan ahora de una amplitud inquietante: desde las manipulaciones genéticas, hasta la más diversa fragmentación de los procesos naturales de generación humana y la utilización de las sustancias humanas correspondientes para finalidades comerciales variadas.

En la perspectiva científica, la sexualidad se reduce a un fenómeno biológico que no se distingue esencialmente de la asimilación del nitrógeno nítrico por parte de las plantas, o de las proteínas por los animales. La única diferencia se refiere a las posibilidades que se ofrecen a la razón técnica. Con el cientifismo, la sexualidad, como el hombre y como el mundo mismo, ha perdido su misterio, pero no por un desvelamiento en profundidad, sino por una negativa a priori y voluntarista.


Para defender a la Ciencia del asalto del cientifismo se requiere una conciencia particularmente viva de la limitación que impone el método, y del consiguiente riesgo de que ese método engendre una mentalidad pretendidamente omnicomprensiva. En otras palabras, se requiere un ejercicio constante e intenso de conocimiento al nivel más elevado. Hoy más que nunca el científico necesita ser hombre.”

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