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martes, 6 de junio de 2017

No se desanime ante la corrupción (II)


Por Antonio Argandoña
En una entrada anterior prometí decirles lo que les dije a los antiguos alumnos del AESE de Lisboa y Oporto cuando les hablé de la corrupción. No esperen grandes recomendaciones, porque, la verdad, es que no tengo una idea muy clara de cómo erradicar la corrupción en un país en que esté bien implantada. Pero algo sí que les dije.
Primero, eliminar los incentivos. A menudo la corrupción viene de reglas del juego no claras, de gobiernos o funcionarios que tienen demasiado poder para decidir, de procedimientos demasiado complicados… Cuanto menos terrenos haya que recalificar, menos tentaciones tendrán los constructores y promotores, y los políticos y funcionarios.
Segundo, premios y castigos: buenos jueves y fiscales, controles, inspecciones. Son caros, ya lo dije, pero desaniman a algunos a caer en conductas corruptas. Puede ser injusto que por pagar unos miles de euros a un político a uno le caigan 10 años de cárcel, pero, por lo menos, esto le llevará a pensárselo dos veces.
Tercero, solucionar el difícil problema de la financiación de los partidos políticos. Muchos casos en España tiene que ver con la aparición de pagos impropios para financiar a los partidos… y a los políticos y funcionarios de los partidos que, claro, ven pasar tantos euros por encima de su mesa que, al final, se paran a pensar si ellos no podrían apropiarse de algunos.
más ética, como ya dije. No es “la” solución, pero no hay solución sin ética. Me fijé en tres aspectos de esa ética. Uno: profesionalidad: un buen político, un funcionario profesionalmente correcto, un directivo de empresa que merezca ese nombre, no pide extorsiones ni ofrece sobornos.
Dos, en el plano de la moral social, enseñar a la gente que las conductas inmorales, todas ellas, deben ser erradicadas. Claro que el que las practica gana mucho con ellas, pero el daño que se hace a sí mismo, a los de su entorno y a todos los ciudadanos es muy grande. Por eso este es un argumento moral, no económico o social o político.


Y tres, en la empresa, en el mercado y en la Administración pública: transparencia. Publicar todo (bueno, ya me entienden: hay cosas que no se deben publicar, pero entre ellas no están las que van contra la ley, la moral o las buenas costumbres).

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