Viejas obsesiones
Tres hijos en edad escolar dan para mucho, y en mi caso han dado para algo de pública y un mucho de concertada. Y en los finales escolares, un esfuerzo familiar ingente por conseguir, vía privada, el dominio de otros idiomas. En los tres casos nuestra opción ha sido mixta, y por tanto no tengo la experiencia de la escuela segregada. Sin embargo, sin tenerla, tampoco comparto la obsesión que determinada izquierda tiene con las escuelas que segregan por sexos, como si ello fuera el colmo del despropósito reaccionario. ¿No será que el colmo del despropósito es castigar a una escuela con buen nivel académico por motivos ideológicos? Y en el caso, ¿ello no sería un acto de puro sectarismo y censura, perpetrado con la excusa del progresismo?
Lo que debería preocuparle a la izquierda –y a la derecha, y al superpoblado centro– es que la escuela busque la excelencia en el conocimiento, imparta valores universales y prepare adecuadamente a generaciones de alumnos. Pero ¿debe entrar en los modelos educativos, y hacerlo por criterios ideológicos? Y ¿de dónde saca que hacer aulas femeninas o masculinas va en contra de la democracia, la paridad, la igualdad, la tolerancia y el catecismo completo de valores? ¿Por qué? ¿Están el PSC y los amigos de Ravell en condiciones de asegurar que una escuela como la británica Eton, que sólo permite alumnos masculinos, es reaccionaria y antisocial? Lo pregunto porque a Eton ha ido la absoluta mayoría de los diputados, ministros y primeros ministros, a lado y lado ideológico. Y escritores, médicos, abogados, actores... Como Eton, podríamos hacer una larguísima lista de escuelas en todo el mundo, de gran prestigio académico, que han considerado más eficaz ese modelo que el modelo mixto. ¿Están todos en el lado oscuro de la fuerza? ¿Es una opción pedagógica perversa? Será que no, si tantas escuelas de renombre la consideran adecuada.
La pregunta, en este punto, es directa: ¿quiénes son unos políticos para meter su larga mano en el modelo pedagógico de nadie? Siempre, claro está, que dicho modelo esté sujeto a los valores democráticos.
Pero, a partir de ahí, manga ancha, porque el progreso de una sociedad no depende de la mixtura escolar, sino del rigor académico. Y, desde luego, nunca depende de la persecución ideológica de los gestores públicos.
Aunque, hablemos claro del caso en cuestión: ¿no será que el problema es que, en Catalunya, la mayoría de estas escuelas son católicas? Y con la Iglesia siempre topa ese viejo progresismo que es tan progre, que acaba siendo controlador, censor y sectario. Ergo, reaccionario...
Lo decía Moisés Naím en su entrevista con Cuní: “Algunas ideas se han demostrado pésimas una y otra vez, pero se vuelven a vender como si fueran nuevas”. A la cosa la llama necrofilia política, y el término es perfecto para estos lares. Al fin y al cabo, estamos rodeados de ideas zombi.
Es un despropósito ‘castigar’ a una escuela con buen nivel académico por motivos ideológicos
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