Antonio Argandoña
La realidad económica, política y social del país y de Europa me anima a escribir más de la cuenta. Perdonen los lectores, si les doy la lata con mis comentarios. El tema de fondo es el del título de esta entrada: No hay proyecto.
La realidad económica, política y social del país y de Europa me anima a escribir más de la cuenta. Perdonen los lectores, si les doy la lata con mis comentarios. El tema de fondo es el del título de esta entrada: No hay proyecto.
Lo que me mueve a escribir son cosas variadas, pero me parece que todas confluyen, de un modo u otro, en esa idea: no hay proyecto. No lo tenía Syriza cuando ganó las elecciones en Grecia, hace unas semanas. Tenía retazos, pero no proyecto. Por eso, cuando tuvo que negociar en la Unión Europea tuvo que ir dando marcha atrás. No lo tenía Rajoy, o al menos no supo explicarlo; dieron buenos pasos, tomaron buenas medidas, pero los ciudadanos no tenían la sensación de estar en un proyecto ordenado. No lo tienen los partidos que se presentan a las elecciones, probablemente porque lo que yo llamo proyecto no facilita ganar las elecciones -aunque a mí me parece que, con este argumento, estamos juzgando que los ciudadanos somos incompetentes, que no somos capaces de entender lo que pasa y lo que hay que hacer para arreglarlo, incluyendo los sacrificios necesarios: la gente es capaz de hacer sacrificios, y muchos, si sabe por qué y para qué. No lo tienen los independentistas catalanes, cuyo único proyecto es salir de España, pero no saben a dónde quieren llevar a Cataluña.
¿Soy demasiado duro al juzgar a los políticos? Permítame el lector un historieta que me inventé a poco de empezar la crisis, y que he contado en muchas conferencias y clases. Suponga el lector que está en un crucero de placer por el Mediterráneo; de pronto nota unas explosiones, huele a quemado y el barco se escora y pierde velocidad. Algo va mal. Desconcierto, miedo, pánico… De pronto suena una voz por los altavoces: Señores cruceristas, les habla el comandante. Tenemos una avería importante y debemos tomar medidas de emergencia. Abandonamos el proyecto de ir a Alejandría, volvemos a Barcelona. Necesitamos la ayuda de todos. Los niños y enfermos deben concentrarse en las salas de juego del nivel 3, cuidados por sus madres y los mayores. Los que tengan fuerza física, a la bodega, a sacar agua. Los que sepan cocinar, a echar una mano en la cocina, porque la explosión nos ha dejado sin cocineros…
Todo esto no le quitará el pánico, pero usted habrá llegado a alguna conclusiones. No me gusta volver a Barcelona, quería visitar Alejandria, pero ya se ve que mis vacaciones se han acabado. Ojalá no nos hundamos por el camino. Malditas las ganas que tengo de bombear agua, pero, claro, alguien tiene que hacerlo; ahora no es buen momento para protestar ni para formular demandas a la compañía propietaria del barco. Al menos, tenemos un plan. Y un líder, que me cae mal, es un autoritario, un indeseable… pero al menos parece que sabe lo que debemos hacer.
Supongamos ahora que usted acaba de ganar las elecciones en Grecia. Ahora le toca enfrentarse con la Unión Europea. Si tiene usted un plan, le escucharán. El plan sonará a utópico, lo criticarán, le echarán en cara todo lo que su país ha hecho mal. Pero usted tiene un plan. Si no lo quieren aprobar, deben presentar otro: no se preocupe, no lo harán. Le corregirán detalles, pero le escucharán. Ese plan debe incluir una descripción de la causa del problema; si usted es culpable, reconózcalo; forma parte del plan. Luego, tiene que presentar sus principios: para usted lo más importante es ayudar a los que sufren en la crisis. Vale: parece un buen principio. Y reactivar la economía. Para eso necesita dinero: ha de pedirlo, con humildad. Pero tiene que ofrecer algo a cambio: reformas, austeridad, renovación de la industria, competitividad… Le pondrán verde, le criticarán, sus ciudadanos dirán que para eso no hacía falta haberle elegido, los europeos dirán que usted es un indeseable, o lo es su país. Pero usted tiene un proyecto, y nadie más lo tiene; si lo tuvo alguien y lo intentó llevar a la práctica, ya fracasó.
Luego vendrá la puesta en práctica del plan, y los cambios que los acontecimientos llevan consigo. Los que estaban en la cocina deben ir ahora a la cubierta 2; los que estaban sacando agua a popa deben subir a proa porque el barco pierde el equilibrio… Esto no estaba en el plan, pero usted lo adapta al plan. No ponga énfasis en los culpables, pero sí en los que colaboran a solucionar el problema. Lo importante es salvar el barco y los pasajeros. Cuando atraque en Barcelona saldrán todos corriendo. Pero, en el fondo, se alegrarán de haber tenido en el barco un líder con un plan.
Esto vale para muchas situaciones: si usted no puede pagar la hipoteca, piense un plan que pueda resultar creíble por el banco. Si usted se ha quedado en el paro, piense un plan para volver a encontrarlo y para seguir dando sentido a su vida. Intente seguir siendo el que controla su vida y la de su familia, y la de su empresa. Pida ayuda cuando la necesite, pero no abdique de su responsabilidad. Esto es, en definitiva, ser un líder.
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