Rafael Serrano, Aceprensa, 11-2016
El “Obamacare”, la reforma sanitaria norteamericana de 2010, es un interesante experimento social: el mayor intento de extender la atención médica a todo un país sin sanidad pública y sin seguro público universal. Es también, se puede decir, el principal legado del actual presidente norteamericano. Pero tiene los días contados desde la victoria electoral de Donald Trump. Sin embargo, no se puede volver a la situación anterior, y los republicanos preparan su propio experimento.
La reforma fue aprobada en marzo de 2010, gracias a la mayoría demócrata en el Congreso. En noviembre del mismo año, los republicanos se hicieron con el control de la Cámara de Representantes, y desde entonces no han cesado de aprobar proyectos –más de cincuenta– para revocar, en todo en parte, el Obamacare. Ninguno tenía posibilidad de éxito: hasta 2014, los rechazaba el Senado controlado por los demócratas, y después los vetaba el presidente Barack Obama.
Ahora, los republicanos mantienen su mayoría en ambas cámaras, aunque un poco más corta, y ya no necesitan una más amplia para anular el veto presidencial. La elección de Donald Trump, que ha prometido reiteradamente revocar el Obamacare en los primeros tiempos de su mandato, les permitirá realizar su propósito.
¿Qué es exactamente “revocar”?
Claro que tras las elecciones la discusión gira en torno a qué se ha de entender por “revocar”. Terminada la bronca campaña electoral, ha llegado para Trump la hora de los matices. A los dos días de su victoria en las urnas, dijo al Wall Street Journal que la reforma sanitaria demócrata es cara y no funciona, pero de ella mantendría dos puntos que le “gustan mucho”: la prohibición de que las aseguradoras rechacen a clientes por su historial médico y la posibilidad de que los jóvenes sigan hasta los 26 años cubiertos por las pólizas de sus padres.
Así pues, dijo Trump, “el Obamacare será enmendado, o revocado y sustituido” por otra ley. Y tres días más tarde, aseguró en la televisión que “no vamos a tener dos años de vacío”.
Tampoco los congresistas republicanos quieren anular sin más la reforma. Reconocen que el sistema sanitario no funcionaba antes, pero sostienen a la vez que el Obamacare no lo ha arreglado. Su plan consiste en vaciar de contenido los aspectos esenciales de la reforma con medidas presupuestarias y sustituirla por un sistema provisional, que conserve los derechos adquiridos, hasta que elaboren y aprueben una nueva ley.
Alternativas republicanas
De modo que los republicanos tienen alternativa al Obamacare; mejor dicho: no una, sino más de seis, elaboradas por distintos congresistas. La más señalada es quizá la apadrinada por el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan. Tendrán que discutirlas entre ellos y con el futuro presidente para definir el proyecto de ley. Pero todas, en general, coinciden en algunos puntos fundamentales.
Según los republicanos, el Obamacare no funciona porque es café para todos en un país de 320 millones de habitantes con necesidades y situaciones muy diversas. Quieren descentralizar el sistema, para que los estados y las aseguradoras en cada uno ofrezcan los planes que más se acomoden a su público. Quieren eliminar las bolsas públicas, la federal y las estatales, para que cada quien elija su póliza a su aire. Y suprimir la obligatoriedad de suscribir un seguro médico bajo pena de multa. (Ver detalles del sistema actual en La sanidad según Obama: cómo queda la reforma.)
¿Cómo conseguirían entonces que todo el mundo se asegurara? Proponen fomentar los planes facilitados por las empresas a los empleados, pero haciendo que sean “portables”, y para que los conserven quienes pierden el trabajo, dar deducciones fiscales por el gasto en primas en vez de las actuales subvenciones a los que no alcanzan una determinada renta. Los estados, dotados de mayor autonomía, tendrían que idear y experimentar fórmulas para extender la cobertura de Medicaid, el programa de atención para personas de pocos recursos. Además, se ampliaría el acceso a las cuentas personales de ahorro sanitario, que los titulares alimentan con contribuciones exentas de impuestos y les sirven para pagar gastos médicos extraordinarios.
En fin, los republicanos proponen un sistema con más opciones y basado en la elección personal. Confían en que la gente sabe qué le conviene mucho mejor que “los burócratas de Washington” y cada uno suscribirá el plan adecuado para él si dispone de la información necesaria y se le deja escoger, sin necesidad de obligarle. Tal cobertura descentralizada será más sencilla y eficiente, y por tanto, más barata. Pues un objetivo esencial del plan es bajar el costo de la sanidad, que con el Obamacare, dicen los republicanos, crece hasta hacerse insostenible.
Pólizas más caras
En favor de su tesis alegan la subida de este año. En las bolsas federal y estatales, adonde acuden la mayoría de quienes tienen derecho a subvención, se abrió el 1 de noviembre el periodo anual de tres meses para adquirir un seguro o renovarlo. El precio de la póliza típica es, por término medio, un 22% más caro que en 2015. Según The Economist, La causa es que muchas compañías han sufrido pérdidas al recibir, a través de las bolsas, clientes necesitados de más atenciones médicas y que antes, sin subvenciones, no podían contratar cobertura. Algunas se han retirado de las bolsas, y en las de cinco estados solo queda una, de modo que no hay competencia.
La subida queda amortiguada para los que reciben subvenciones (10 millones de los 12 millones que compraron cobertura en las bolsas el año pasado). Pero repercute íntegramente en los demás, que en 2015 fueron 11 millones (2 millones en las bolsas y 9 millones que contrataron directamente con las compañías). Y estos son vitales para financiar el sistema. Si se ven con buena salud, el encarecimiento puede disuadirles de marcharse más que la multa de seguir, pues es mucho más baja que las primas. En ese caso, los precios se harían prohibitivos para los que no tienen derecho a subvenciones, que por otro lado serían más pesados para el gobierno. Se podría generar una espiral inflacionaria.
El Obamacare se llama en realidad Affordable Care Act, y su destino depende de que en efecto sea asequible. Pero lo mismo se aplica a la futura ley de los republicanos. Para bajar los costos, tendrá que traer una ampliación masiva de la cobertura, como pretende la reforma demócrata. La confianza en que se conseguirá sin hacerla obligatoria no está menos pendiente de verificación que la fórmula de Obama.
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