En Occidente, los ataques terroristas cometidos en nombre del Estado Islámico (EI) por residentes y aun nativos de los mismos países, han llevado a preguntarse cómo se “radicalizan” esos individuos. Más aún cuando, en no pocos casos, no tienen relación directa con la organización y actúan por cuenta propia incitados por la propaganda yihadista. El fenómeno dista aún de ser bien comprendido, pero hay datos para afirmar que la llamada a derramar sangre encuentra eco más fácil en gente con problemas de adaptación o de identidad.
Algunos fueron delincuentes antes que terroristas, como el asesino de dos policías el pasado 13 de junio en Magnanville (Francia), o el de otras cinco personas los dos días siguientes al atentado contra Charlie Hebdo.Otros padecían trastornos psíquicos. El alemán de origen iraní que mató a tiros a nueve personas en Múnich y luego se suicidó (22 de julio) había estado en tratamiento psiquiátrico. Como el hombre-bomba de Ansbach, que causó quince heridos y su propia muerte (24 de julio): este sirio había llegado a Alemania tras haber solicitado asilo en Bulgaria, por lo que iba a ser deportado a este país; pero sus dos tentativas de suicidio motivaron que se suspendiera el procedimiento de expulsión.
También uno de los dos jóvenes que el 26 de julio mataron a un sacerdote e hirieron a otra persona en la parroquia de Saint-Étienne-du-Rouvray (Francia) había tenido tratamiento psiquiátrico desde los 12 años, a veces con ingreso en el hospital. Apartado por temporadas de la escuela por conducta violenta, a los 16 años confesaba que no lograba adaptarse. Convencido por un islamista unos años mayor, a los 17 quiso marchar a Siria por dos veces. Quería “combatir” y “morir allí cuanto antes”, según su compañero en el segundo intento, que entonces tenía 15 años.
Problemas de identidad sexual
En otros casos hay problemas de identidad sexual, comoseñala Le Monde en un análisis de varios yihadistas. El autor de la matanza en una sala de fiestas gay en Orlando(Florida), el 12 de junio, justo antes proclamó su adhesión al EI, que en efecto reivindicó luego aquel ataque contra “sodomitas”. Sin embargo, el asesino era él mismo homosexual, según se supo más tarde por testimonios de personas que lo conocían. Pero eso era un aspecto que él ocultaba, mientras que ante otros –su padre, su exesposa...– había dado muestras de desprecio a los gais.
Era también homosexual el terrorista de Niza (14 de julio), y muy promiscuo, según dijo el procurador de París. Y lo era uno de los dos hermanos que atentaron el año pasado contra Charlie Hebdo; los servicios de inteligencia lo habían descubierto años antes, cuando lo tenían sometido a vigilancia.
No son casos excepcionales. “Varios islamistas, de comprobada adhesión a la doctrina –dice Le Monde–, tienen inclinaciones homosexuales más o menos asumidas”. El diario cita a una psicóloga que se encarga de examinar a sospechosos de yihadismo: según ella, alrededor de un tercio “presentan dificultades con su identidad sexual, a menudo a causa de experiencias traumáticas en la infancia”. El diario menciona algunos de ellos, interrogados o detenidos por haber ido a Siria o haberlo planeado. Dos, por ejemplo, frecuentaban en Internet la propaganda del EI –con imágenes de cruda violencia, aun de decapitaciones– y también los sitios de pornografía, gay o de otro tipo.
¿Cómo es posible que haya simpatizantes del EI con comportamientos tan contrarios a las tesis del “califato”, que tacha la homosexualidad de “abominación”? Según Fethi Benslama, autor de un libro sobre el radicalismo islámico, Un furieux désir de sacrifice. Le surmusulman, “muchos yihadistas son transgresores que quieren borrar sus pecados”. Así lo dice al menos uno de los radicales gais mencionados por Le Monde, que marchó a Siria para “redimirme de mi conducta homosexual contraria al islam”. La psicóloga, por su parte, anota, sobre el atractivo de alistarse en la milicia del EI, que “algunos homosexuales vergonzantes pueden buscar el contacto con otros hombres en el marco de una camaradería viril, para sublimar deseos disimulados”.
Vulnerables a la propaganda
Es difícil dar interpretaciones seguras del proceder de esas personas, y más aún extraer de ellas reglas generales. Además, nada de eso anula las motivaciones políticas, como tampoco el atractivo de unos ideales para jóvenes sofocados en un ambiente materialista. Pero resortes semejantes pueden operar también en otros casos. Quizá el que era delincuente busque expiar sus crímenes combatiendo a “infieles”. El desequilibrado psíquico tal vez quiera, con un acto de terrorismo suicida, poner fin a todo de una manera “heroica”, o manifestar su odio a una sociedad por la que se siente rechazado. En fin, no pocos “voluntarios” del EI en Occidente parecen individuos descolocados que en la yihad encuentran una misión o un sentido.
En todo caso, dice Le Monde, el fenómeno muestra cómo la “gran causa” islamista puede servir de cauce para “pequeñas causas” particulares, sobre todo entre personas inadaptadas o con algún desequilibrio, que se muestran especialmente vulnerables a la propaganda. En este contexto, es significativo que entre estos terroristas recientes haya cundido la práctica empleada en Oriente Próximo por el EI y antes por Hamás: dejar constancia, a menudo en vídeo, de sus intenciones. ¿No se da acaso un efecto de imitación, que incita a pasar al acto a otros cautivados por las ideas yihadistas?
Por eso, varios medios franceses –Le Monde, BFM-TV, Europe 1 y France Médias Monde– han decidido no volver a publicar imágenes de los terroristas. Europe 1 no dará ni siquiera sus nombres. El motivo, dice Le Monde, es el riesgo de glorificar a los yihadistas o de contribuir al terror que quieren causar. No hay unanimidad al respecto: la mayoría de los medios no adoptarán esta práctica, que consideran inútil y una manera de dejarse condicionar por el terrorismo.
Por otro lado, todo esto se refiere a los yihadistas de países occidentales. Habría que ver hasta qué punto se aplica a los que actúan en Iraq o Afganistán, que son mucho más numerosos y mortíferos.
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