No me las he inventado yo; pero me parecieron útiles para nuestra sociedad, demasiado polarizada, metida en un diálogo de sordos. Y no digamos que en la política vale todo, porque las personas aprendemos de nuestras propias acciones (y de las de los demás). Si digo una mentira, quizás gane a mi contrario, pero me he hecho mentiroso; y si es frecuente y abunda a nuestro alrededor, hemos comenzado a destruir las bases de una sociedad civilizada.
Ahí van los diez principios.
- No ataques a la persona, sino al argumento (ad hominem).
- No deformes ni exageres los argumentos del otro, para atacarlos con más facilidad (falacia del hombre de paja).
- No utilices la parte para representar al todo (generalización apresurada).
- No des por sentado que todos los supuestos de tu argumentación son correctos; debes estar dispuesto a justificarlos, uno por uno (petición de principio).
- No defiendas que lo que ocurrió antes es la causa de lo que ocurrió después; puede ser al revés (ayer compré la pistola porque quería matar hoy a alguien) (falacia de post hoc ergo propter hoc).
- No reduzcas las alternativas a dos opuestas, blanco o negro; casi siempre, los grises dominan (falsa dicotomía).
- No reduzcas las alternativas a falso o verdadero: la vida es mucho más compleja que eso (ad ignorantiam).
- Cuando alguien ponga en duda un argumento tuyo, no le exijas que aporte las pruebas; pueden ser responsabilidad tuya (inversión de la carga de la prueba).
- No des por supuesto que una cosa se deriva de otra, si no hay una relación lógica entre ellas (non sequitur).
- No des por supuesto que porque una premisa sea aceptada por la gente, debe ser correcta (falacia de subirse al tren).
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