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viernes, 9 de agosto de 2019

Las responsabilidades colectivas


Por Antonio Argandoña, Catedrático de Economía, Barcelona
Hace poco me detuve a contemplar cómo mis decisiones son afectadas por las de los demás y, a la vez, afectan a las de otros. Y paso ahora al terreno de la ética: ¿cuánta responsabilidad tengo yo por esas decisiones que son, de alguna manera, compartidas? Llevado al límite, ¿tengo alguna responsabilidad por las acciones que algunos antepasados míos llevaron a cabo en perjuicio de otros -por ejemplo, porque fueron unos ladrones- y de las cuales yo me he beneficiado? ¿Y por los daños producidos en la fabricación de la ropa que compro y llevo? ¿Y por los fallos morales de los políticos que llegaron al poder gracias a mi voto, además del de otros cientos de miles de ciudadanos?
Los seres humanos formamos una tupida red de relaciones, incluso en nuestro mundo individualista. Nosotros vivimos en esas relaciones, y no podemos zafarnos de ellas. La responsabilidad no se puede descargar en las estructuras sociales, como en el verso del clásico que echaba la culpa de sus males al «maldito Cariñena (vino) que se apoderó de mí» cuando estaba borracho. La empresa o la clase social pueden tener responsabilidades legales y sociales, pero no morales, no son agente moral, porque aunque pueden dar cuenta de sus acciones, no tienen intenciones, que son necesarias para la agencia moral. Solo las personas físicas podemos tener responsabilidad moral.
Pero, en la medida en que nos relacionamos con otros, tenemos alguna responsabilidad compartida con ellos. Yo no soy un corrupto, aunque mis representantes públicos lo sean (si lo son), pero tengo alguna responsabilidad por mi colaboración en su nombramiento, por remota que esta sea. No soy formalmente responsable, a no ser que les votase sabiendo que iban a esquilmar las arcas públicas con sus corrupciones, pero sí soy, al menos, materialmente responsable. Y algo tendré que hacerpor ello, sea cambiando mi voto en el futuro, sea tratando de enterarme mejor a quiénes estoy votando, sea protestando por sus latrocinios o tratando de sensibilizar a otros por ese problema, o tratando de compensar, de algún modo, los daños que ellos provoquen. En definitiva, no puedo ignorar mi responsabilidad, aunque sea remota, en las acciones que me afectan.
Y, desde luego, también puedo tratar de cambiar las estructuras sociales,que están detrás de esos fallos morales. Ahí radica una parte de la Responsabilidad Social de las Empresas, que pueden ser esas estructuras inadecuadas.

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