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sábado, 15 de junio de 2019

No somos animales como los otros.

El animalismo es uno de los temas tratados en un reciente libro de Francis Wolff, Trois utopies contemporaines (Fayard). En una reseña publicada en La Vie des idées , se sintetiza su argumentación sobre los deberes del hombre respecto a los animales.
Francis Wolff denuncia la pretendida liberación de los animales tal como es promovida por las asociaciones de veganos. Según los animalistas, el hombre debe cesar de utilizar a los animales y los productos que se derivan de ellos, para romper con su pasado de depredador. El libro distingue entre los militantes por un buen trato a los animales –ideal que no tiene nada de utópico– y los revolucionarios para los que el reino animal es el nuevo proletariado del capitalismo contemporáneo.
Francis Wolff revela varias contradicciones en el animalismo. La primera es de orden antropocéntrico. “Si los hombres estamos tan cercanos a los otros animales, ¿por qué deberíamos preocuparnos por ellos y dejar de conducirnos como ellos, como animales?”. La abolición de la propiedad animal es invocada en nombre de la igualdad, mientras que es la desigualdad la que rige las relaciones entre depredadores y presas. De hecho, “solo un ser muy diferente de los otros animales es capaz de conductas morales. Y es obligado concluir: no somos animales como los otros, justamente porque sentimos obligaciones hacia otros animales”.
Si los hombres no pueden formar una comunidad moral con los animales es porque “los intereses de unos y de otros son antagónicos: la vida de unos se alimenta necesariamente de la vida de los otros”. Nuestros deberes hacia los animales deben resumirse en una ética del cuidado: “No estamos obligados a abolir todos los sufrimientos de los animales del planeta ni a impedir toda depredación –esto sería contrario a la propia vida animal–”. Sin embargo, Wolff no niega nuestros deberes hacia los animales, pero se apresura a añadir que estos son relativos, para distinguirlos de los deberes absolutos hacia los hombres.

Es mediante el humanismo como podemos proponer un trato ético de los animales. Si la humanidad constituye una especie biológica, sus miembros son ante todo personas que “forman una comunidad moral de derechos y deberes recíprocos y absolutos”. Tenemos deberes hacia los animales, pero corresponden a una ética de la tercera persona, y responden a esta pregunta: “¿Qué tipo de trato es justo según el tipo de animal, el tipo de relación que tenemos con él y, por tanto, el tipo de comunidad implícita que formamos con él?”.

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