En el desarrollo racionalista (por llamarlo de algún modo) del materialismo, no valorar al hombre e ir contra de Dios con ocasión o sin ella, responden a una necesidad vital ideológica. Sin Dios, el hombre es pura materia, y a la materia no se le puede pedir mucho. Sólo una ciertas cualidades, hacen a personas y cosas algo valiosas.
Según los puros pensadores materialistas, la pertenencia a una especie como la humana no tiene ningún significado moral por cuanto respecta a ser persona (Por ejemplo, MICHAEL TOOLEY, "Abortion and Infanticida”), ser humano no basta para ser una persona. Se requiere mucho más para que una entidad sea considerada persona y, por tanto, un ser de valor moral. Bastantes definen variados criterios, pero en general todos concuerdan en que, para ser persona, un individuo debe tener conciencia de sí en cuanto sujeto capaz de deseos y con "una desarrollada capacidad de razonar, querer y relacionarse con los demás” (Uno entre muchos: DANIEL CALLAHAN, "Abortion: Law, Choice, and Morality”).
Y defienden que no todos los seres humanos tienen una capacidad desarrollada en este grado. No todos tienen conciencia de sí mismos como individuos, ni son capaces de relacionarse con los demás, entre éstos los niños no nacidos. Tampoco los recién nacidos tienen conciencia de sí mismos como individuos; ni un niño posee la capacidad desarrollada de razonar, querer, desear y relacionarse con los demás durante un cierto periodo de su vida. Por tanto, según estos influyentes “científicos” y “sociólogos”, los niños -y los adultos que pudieran comportarse como ellos -quizá por malformaciones cerebrales- no pueden considerarse personas en sentido estricto. No son, por tanto, sujeto de derechos que deban ser reconocidos y protegidos por la sociedad.
Basándose en la utilitarista y no razonada idea del no ser personas de los fetos, en este momento buena parte apoyan el aborto e, incluso, el infanticidio. Es interesante, en este sentido, advertir como una autora que justificaba el aborto porque no consideraba al feto como persona, rechaza sin embargo el infanticidio, pero por razones puramente pragmáticas. Piensa, en efecto, que sería “equivocado" matar un niño en este momento histórico..., porque aunque los padres no lo quisieran y no sufrirían por su destrucción, existen otras personas que lo desearían tener y serían… de este modo privadas de una gran alegría. Por esto -continúa- el infanticidio está equivocado por las mismas razones por las que es erróneo destruir riquezas naturales o grandes obras de arte” (MARY ANN WARREN, "On the Moral and Legal Status of Abortion", in Contemporary Issues in Bioethics, ed. Tom L. Beauchamp and LeRoy Walters (2nd ed.: Belmont, CA: Wadsworth, 1982), p. 259)
Y defienden que no todos los seres humanos tienen una capacidad desarrollada en este grado. No todos tienen conciencia de sí mismos como individuos, ni son capaces de relacionarse con los demás, entre éstos los niños no nacidos. Tampoco los recién nacidos tienen conciencia de sí mismos como individuos; ni un niño posee la capacidad desarrollada de razonar, querer, desear y relacionarse con los demás durante un cierto periodo de su vida. Por tanto, según estos influyentes “científicos” y “sociólogos”, los niños -y los adultos que pudieran comportarse como ellos -quizá por malformaciones cerebrales- no pueden considerarse personas en sentido estricto. No son, por tanto, sujeto de derechos que deban ser reconocidos y protegidos por la sociedad.
Basándose en la utilitarista y no razonada idea del no ser personas de los fetos, en este momento buena parte apoyan el aborto e, incluso, el infanticidio. Es interesante, en este sentido, advertir como una autora que justificaba el aborto porque no consideraba al feto como persona, rechaza sin embargo el infanticidio, pero por razones puramente pragmáticas. Piensa, en efecto, que sería “equivocado" matar un niño en este momento histórico..., porque aunque los padres no lo quisieran y no sufrirían por su destrucción, existen otras personas que lo desearían tener y serían… de este modo privadas de una gran alegría. Por esto -continúa- el infanticidio está equivocado por las mismas razones por las que es erróneo destruir riquezas naturales o grandes obras de arte” (MARY ANN WARREN, "On the Moral and Legal Status of Abortion", in Contemporary Issues in Bioethics, ed. Tom L. Beauchamp and LeRoy Walters (2nd ed.: Belmont, CA: Wadsworth, 1982), p. 259)
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