Según algunos pensadores, la pertenencia a una especie como la humana no tiene ningún significado moral por cuanto respecta a ser persona[1]. Ser humano no basta para ser una persona. Se requiere mucho más, para que una entidad sea considerada persona y, por tanto, un ser de valor moral. Bastantes autores definen variados criterios, pero en general todos concuerdan en que, para ser persona, un individuo debe tener conciencia de sí en cuanto sujeto capaz de deseos y con "una desarrollada capacidad de razonar, querer, y relacionarse con los demás"[2].
Está claro que no todos los seres humanos tienen una capacidad desarrollada en este grado. No todos tienen conciencia de sí mismos como individuos, ni son capaces de relacionarse con los demás: entre éstos los niños no nacidos. Tampoco los recién nacidos tienen conciencia de sí mismos como individuos, ni un niño posee la capacidad desarrollada de razonar, querer, desear y relacionarse con los demás durante un cierto periodo de su vida. Por tanto, según estos influyentes escritores, los niños -y los adultos que pudieran comportarse como ellos, quizá por malformaciones cerebrales- no pueden considerarse personas en sentido estricto. No son, por tanto, sujeto de derechos que deban ser reconocidos y protegidos por la sociedad.
[1] Así piensa, por ejemplo, MICHAEL TOOLEY, "Abortion and Infanticide", Philosophy and Public Affairs, 2, 1972, 44, 48, 55. Del mismo autor es "Abortion and Infanticide", New York and Oxford, Oxford University Press, 1983, pp. 50-86; en él explica más extensamente esta idea.
[2] Uno entre muchos DANIEL CALLAHAN, "Abortion: Law, Choice, and Morality", New York, Macmillan, 1970, pp. 497-498.
[3] MARY ANN WARREN, "On the Moral and Legal Status of Abortion", in Contemporary Issues in Bioethics, ed. Tom L. Beauchamp and LeRoy Walters (2nd ed.: Belmont, CA: Wadsworth, 1982), p. 259. El ensayo original de Warren aparece en The Monist, 57, 1973.
No hay comentarios:
Publicar un comentario