Del libro entrevista "Sobre Dios, la Iglesia y el mundo"
¿Piensa que se pueden imponer a todos los ciudadanos unos modelos sociales, familiares o educativos decididos por mayoría parlamentaria, o más bien que las leyes deben garantizar la libertad de cada ciudadano para organizar su vida de acuerdo con sus convicciones personales?
La pregunta plantea el equilibrio entre el poder del Estado y la libertad de los ciudadanos. El poder del Estado no es absoluto; hay ámbitos de la vida de las personas sobre los que el Estado no tiene —ni, por tanto, debería pretender tener— competencia. Pero ¿quién determina los límites del Estado, los ámbitos de libertad de los ciudadanos? De hecho, lo hace quien tiene el poder: en democracia, la mayoría parlamentaria, de ordinario respetando una Constitución establecida también por una previa mayoría constituyente. Algunos ámbitos de libertad de los ciudadanos, y el correspondiente límite del poder del Estado, son evidentes para casi todo el mundo, porque en todos permanece al menos algo de la luz de la ley natural. Pero si todos los demás ámbitos quedan a merced de una mayoría parlamentaria, están en peligro muchos derechos de las personas (incluidas las no nacidas), de las familias y de sociedades intermedias y, desde luego, la misma libertad religiosa. ¿Significa esto un rechazo de la democracia? De ninguna manera; significa —como dije recordando una afirmación de Joseph Ratzinger— que un Estado no puede durar como Estado de Derecho si no se reconocen valores absolutos previos al Estado.
Los desacuerdos, en torno a esos temas que ha mencionado y otros, son frecuentes en la sociedad actual, donde hay una pluralidad de visiones de la vida. ¿Piensa que se pueden imponer a todos los ciudadanos unos modelos sociales, familiares o educativos decididos por mayoría parlamentaria, o más bien que las leyes deben garantizar la libertad de cada ciudadano para organizar su vida de acuerdo con sus convicciones personales?
La pregunta plantea el equilibrio entre el poder del Estado y la libertad de los ciudadanos. El poder del Estado no es absoluto; hay ámbitos de la vida de las personas sobre los que el Estado no tiene —ni, por tanto, debería pretender tener— competencia. Pero ¿quién determina los límites del Estado, los ámbitos de libertad de los ciudadanos? De hecho, lo hace quien tiene el poder: en democracia, la mayoría parlamentaria, de ordinario respetando una Constitución establecida también por una previa mayoría constituyente. Algunos ámbitos de libertad de los ciudadanos, y el correspondiente límite del poder del Estado, son evidentes para casi todo el mundo, porque en todos permanece al menos algo de la luz de la ley natural. Pero si todos los demás ámbitos quedan a merced de una mayoría parlamentaria, están en peligro muchos derechos de las personas (incluidas las no nacidas), de las familias y de sociedades intermedias y, desde luego, la misma libertad religiosa. ¿Significa esto un rechazo de la democracia? De ninguna manera; significa —como dije recordando una afirmación de Joseph Ratzinger— que un Estado no puede durar como Estado de Derecho si no se reconocen valores absolutos previos al Estado.
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