Por José María Robles. El mundo digital, 11.1.18
El feminismo
se escinde por la reacción a los casos de abusos destapados en Hollywood
Frente a las
'indignadas' de Oprah está Catherine Denueve, que las tacha de
"puritanas"
En España se
observa como un "choque de trenes" entre visiones hasta ahora
cercanas
«Si ahora mismo fuera un
hombre, me encerraría en mi estudio para ver porno por internet durante una
temporada. Las mujeres reales no merecerían el riesgo de que mi carrera fuese
destruida. ¿Es eso lo que queremos?», se pregunta la periodista y escritora
estadounidense Lionel Shriver. «MeToo se ha transformado en una
campaña que no permite la disidencia», resume Claire Fox, fundadora
del Institute of Ideas británico.
Como ellas, otras muchas
mujeres de perfil público han querido hacer oír sus voces cuando se cumplen
cuatro meses de la primera denuncia por abuso sexual contra el productor Harvey
Weinstein. Son testimonios que contrastan con el discurso de la presentadora
Oprah Winfrey en la gala de Globos de Oro de este domingo y que atestiguan
que en el movimiento feminista se está produciendo un choque de
sensibilidades.
Las fricciones incluso han
saltado de EEUU a Europa. «La violación es un crimen. Pero
el flirteo insistente o torpe no es un delito, ni la caballerosidad
una agresión machista», suscribía en la tribuna publicada anteayer en el
diario Le Monde la actriz Catherine Deneuve y un centenar
de artistas e intelectuales francesas.
Críticas con el
«puritanismo» de la campaña contra el acoso con el hashtag #MeToo [Yo también], que a su juicio
convierte a la mujer en «víctima eterna», y partidarias de la «libertad de
importunar» de los hombres, aseguraban no sentirse representadas «por ese feminismo que, más allá de la denuncia de los abusos de poder,
adquiere el rostro de un odio a los hombres y su sexualidad».
La publicación de este
manifiesto apenas un día después de la gala organizada por la Prensa Extranjera
de Hollywood no parece una coincidencia. Marisa Soleto es directora de la
Fundación Mujeres y jurista especializada en políticas públicas en materia de
igualdad. Califica de «choque de trenes» esta
polarización feminista y puntualiza que la etiqueta MeToo «no es una denuncia
que afecta solamente al comportamiento sexual. No hablamos de ligar
o de tener a un pesao en la chepa. Hablamos de relaciones de poder». Y añade:
«A lo mejor Catherine Deneuve no ha tenido este problema en su vida... Estoy
convencida de que esto no es sólo un gesto de insolidaridad con otras mujeres,
sino simplemente la defensa de un orden social que tal vez no le parece tan
malo».
#Lopersonalespolítico
El pasado octubre, la
directora de cine Leticia Dolera publicó en
eldiario.es una carta titulada El escándalo machista vestido de normalidad. En
ella contaba cómo a los 18 años sufrió la primera de varias situaciones de
acoso sexual por parte de compañeros de profesión. Dolera resumía ayer mismo en
un tuit cómo veía la confrontación entre partidarias y detractoras del
yotambienismo: «Nos llamaban feminazis, ahora puritanas. Nos
da igual. Seguiremos. #Lopersonalespolítico #MeToo».
La escritora Carmen Posadas,
la periodista Carmen Lomana y la actriz Belén Rueda son algunas de las
firmantes de Contra la generalización del género,
una declaración en la que se rebelan «contra el uso de
las mujeres como expresión de un bloque monolítico de pensamiento» y
contra «una corriente que presenta a las mujeres por defecto como víctimas del
heteropatriarcado, de una sociedad machista, lo que nos parece dañino para las
expectativas de cualquier mujer y, sobre todo, de niñas y jóvenes que deben
saber que, ahora, en España, pueden llegar donde se propongan».
A Deneuve apenas tardaron 24 horas en
responderla en
su propio país. Laurence Rossignol, ex ministra para los Derechos de las
Mujeres, consideró el documento firmado por la actriz «una bofetada a todas las mujeres que denuncian la realidad sobre
la depredación sexual».
«Es todo demasiado complejo
para lanzarnos verdades absolutas a la cara», tercia María Blanco, profesora de
Economía en la Universidad CEU-San Pablo y autora de Afrodita Desenmascarada.
Una defensa del feminismo liberal (Ed. Deusto). Blanco anima a buscar matices
en un debate donde no parece haber quien los quiera. «La generalización de -y
perdona por el lenguaje- 'Todas son unas guarrillas' o 'Seguro que muchas iban sin bragas al despacho del productor a ver
qué podían sacar' me parece una barbaridad. Eso es como decir
que si todas ellas son unas guarras, todos ellos son unos violadores. Ni en el
ámbito del cine, ni en el de la televisión, ni en ningún otro. Esas
generalizaciones son brutales».
Blanco afirma sentir «mucha
rabia» al ver como «un sector del feminismo más radical, que normalmente suele
ser de izquierda, que es un feminismo excluyente, se atribuye la autoridad
moral de juzgar a las demás mujeres». No obstante, alerta de que también planta cara al negacionismo: «El acoso y el abuso existen,
y hay que aplaudir a las mujeres que de verdad han sido víctimas y se han
atrevido no sólo a decirlo en alto, sino quién ha sido el abusador. Me encantaría
que en España empezara a pasar esto».
También admite que no se
sintió cómoda con la última parte del discurso de Oprah, que en EEUU incluso ha
sido comparado con el histórico I have a dream de Martin Luther King. «Tuve la
misma sensación que cuando escuché a Madonna al ser reconocida por Billboard como mujer del año. En este caso, fue
todavía más agresivo, porque insultó a [la ensayista] Camille Paglia, una
heroína para mí... Digo que me parecieron similares porque apuntan a problemas
que son reales pero a la hora de atribuirles causas o encontrarles respuestas
caen en la hipocresía». Y en este punto, recuerda los
posados conjuntos de Weinstein y Winfrey.
¿Se puede sacar algo
positivo de este intercambio de golpes entre feministas? «Hay muchos debates
que no son productivos», duda Marisa Soleto. «Al final, en muchas ocasiones,
cuando hablamos de los derechos de las mujeres, acabamos centrando los debates
sobre las propias mujeres y no sobre el problema en términos generales. El
debate productivo en este terreno es si realmente tenemos que tener una
relación de poderes de relaciones sexuales en la que el riesgo del acoso o la
agresión sexual sea una realidad. Normalmente estamos hablando de
posiciones muy fijadas en las que nadie convence a nadie».
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