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miércoles, 13 de septiembre de 2017

NEGAHOLICS: VIVIR ANCLADO EN LA NEGATIVIDAD

Por Marían Rojas Estapé, Psiquiatra
No, no y no”; “he dicho que no y es que no”;
Todos hemos vivido la experiencia de un funcionario o teleoperador que hace caso omiso a lo que le solicitas dando una negativa injustificada por respuesta. Conocemos gente cercana que es incapaz de estar de acuerdo con nosotros en algo. Tratamos con personas que no aceptan un consejo, una recomendación y no desean cambiar. “No y no”. Los niños aprenden a decir “NO” antes que “SI”. ¿Dónde radica el poder del “no”? ¿El hecho de expresar una negativa a todas horas es síntoma de un trastorno?
Para la Dra. Chérie Carter-Scott, experta en el tema,  “los negaholics son aquellas personas que presentan una adicción a lo negativo. Siempre encuentran un “pero” a todo lo que les rodea. Constantemente y ante cualquier situación manifiestan una negativa visceral, automatizada e irracional, siendo incapaces de ver o percibir lo positivo o incluso lo meramente neutro. Su visión de la realidad está desequilibrada hacia la negación. La queja y el lamento son ingredientes constantes de su discurso.
La acumulación de negativas crea un patrón de conducta que a la larga perjudica gravemente al afectado. Los negadictos son incapaces de salir adelante y conseguir los objetivos trazados. Llegan a boicotear sus propios sueños o deseos por el miedo infundado o el pesimismo existente en sus mentes. Viven en constante angustia y sufrimiento. Todo se origina en uno o múltiples pensamientos negativos que derivan en palabras y conductas destructivas.
Con respecto a su relación con los demás, son incapaces de valorar el triunfo de otros, e intentan “hundirles” con comentarios, expresiones y comportamientos. El trato con estas personas no es fácil ni sencillo y el entorno tiende a querer separarse de ellos.  Acaban convirtiéndose en un obstáculo para los demás, toxificando los ambientes que frecuentan.
Existe toda una gama de personas con el “no” en su día a día. Como decía Henry Ward Beecher: “la diferencia entre perseverancia y obstinación es que una viene de una fuerte voluntad y el otro de un fuerte no”. Por un lado contamos con el “crítico profesional” que te disfraza la realidad de ironía y humor negro ridiculizando lo que le rodea. Por otro lado, la personalidad depresiva donde el patrón de conducta es triste, negativo y a uno le cuesta salir adelante, tener ilusiones o disfrutar de la vida. La depresión, es una enfermedad, un trastorno bioquímico cerebral, emocional y social; precisa de un tratamiento integral debido a que la persona que la padece difícilmente puede salir sin apoyo. Finalmente contamos con el victimista; aquí el que se disfraza de víctima, manipula para ser el centro de atención e intentar generar culpa en el entorno.
¿Se puede cambiar?
No olvidemos que hay personas que tienen un umbral de sufrimiento mayor que otras. Al llegar a un cierto límite, se agrían, se tuercen, se rompen o se deprimen. La clave estar en salir, pedir ayuda lo antes posible y reconocer que ese proceso interno tóxico está perjudicando seriamente la vida. El trauma, el dolor y el sufrimiento pueden ser la vía de entrada para convertir a alguien en un “negaholic”. Como dato curioso, según estudios realizados por la Universidad de Harvard, el 75% de las personas que han sufrido un drama, a los dos años se han recuperado. Al menos, la ciencia nos impulsa a ser optimistas a pesar del drama.
¿Cómo controlar esos pensamientos negativos?
Hay que comenzar por acabar con los pensamientos negativos automatizados. El psiquiatra Dr. Daniel Amen explica en su libro “Cambia tu cerebro, cambia tu vida“, como cada pensamiento negativo tiene un impacto directo sobre el cerebro y el organismo afectando al sistema límbico profundo (centro de la vinculación afectiva y del estado anímico) provocando irritabilidad, inestabilidad en el ánimo, negatividad y depresión.
1- Ser consciente que los pensamientos son reales y existen. Por mucho que no se escuchen o palpen, tienen fuerza y capacidad de alterar.
2- Observar el impacto corporal que tiene cada pensamiento negativo. Es interesante tomar conciencia de cómo influyen en el organismo un pensamiento tóxico o dañino (taquicardias, sudoración, dolor de cabeza, molestias gastrointestinales, contracturas musculares…).
3- Saber y aceptar que esos pensamientos no siempre dicen la verdad. En ocasiones pueden ser correctos pero en muchos otros casos, mienten y nos engañan.
4- Escribir el torbellino de pensamientos en un papel y refutarlos. Por ejemplo, “mi cuñada me odia“. Posteriormente replicar este pensamiento, “hoy tiene un mal día, en general no es tan dura conmigo“. Puede resultar un autoengaño, pero a la larga realizar este simple ejercicio tiene consecuencias saludables para la mente y para el cuerpo.
5- No adivinar el futuro en negativo, no adelantarse a los acontecimientos, “esta semana seguro que mi jefe tiene un mal día y la toma conmigo“. Esta es la puerta de entrada a la ansiedad: vivir angustiado o preocupado por el futuro. No olvidemos que el 90% de las cosas que nos inquietan nunca jamás suceden pero nuestro organismo y nuestra mente los viven y sufren como reales. El cuerpo no distingue realidad de ficción.  Un componente fundamental de la felicidad consiste en enfocarse con ilusión y pasión hacia el futuro.
6- No suponer o leer la mente de los demás, “estoy seguro que piensa esto de mí…”. Por el momento no contamos con poderes mágicos que nos permitan adivinar las opiniones o pensamientos de otros.
7- No traducir cada pensamiento en palabra. No olvidemos que uno es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras. Dejar una pausa antes de expresar cada opinión, crítica o juicio que cruce la mente.
8- No actuar ni responder si tenemos pensamientos automáticos negativos. Esperar, dar una oportunidad. Esos tiempos de reflexión, breves pero necesarios, ayudan a no crear mal ambiente. Esto conlleva un cambio potente: ser capaces de cambiar el lenguaje, sustituyendo por ejemplo “problema” por “desafío”; “error” por “segunda oportunidad”. Hay que emplear palabras que llamen al optimismo como son “alegría, paz, esperanza, confianza, pasión, ilusión…”.
9- Rodearse de personas vitamina, que son capaces de alegrar el corazón en segundos. Contagiarse de su entusiasmo.
10- Buscar lo positivo de cada situación. Cualquier circunstancia puede verse en clave de problema o en clave de solución
El sufrimiento y el dolor existen para todos. La diferencia radica en la forma de afrontarlo. La actitud previa al sufrimiento, a un momento difícil, a una operación médica, a una entrevista, examen u oposición, determina la respuesta al mismo. Existen múltiples estudios sobre como el dolor y el sufrimiento vividos con alegría, con una sonrisa o una psicología positiva, menguan y amortiguan el dolor.
El tiempo puede no curar todas las heridas pero si las cicatriza. El negaholic reabre la herida, la escarba y no permite que se cure. El optimisma y resiliente permite que se cierren y lucha por buscar un camino nuevo hacia un lugar mejor.

El pesimista se queja del viento, el optimista espera que cambie, el realista ajusta las velas“. William George Ward

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