Por Antonio Argandoña, Catedrático de Económicas en la Universidad de Barcelona.
Vuelvo al tema de la ética en la dirección de empresas. Nadie ha dicho que dirigir sea fácil, y menos aún que lo sea dirigir con ética. Pero esto último es muy importante: es la diferencia que hay entre un buen directivo, en el sentido completo de la expresión, y un directivo que solo sabe cumplir con la perfección técnica, que sabe hacer cosas bien, pero que no sabe hacer lo que hay que hacer en cada caso, con visión de futuro y sentido amplio de su responsabilidad.
Ser ético en la empresa es difícil, por la naturaleza de las tareas de dirigir en la organización. Porque las decisiones con complejas; no hay tiempo para la reflexión, falta información necesaria… La competencia es intensa, a ratos salvaje. Sufrimos la tiranía de los resultados:eres lo que obtienes. Hay incentivos perversos, que llevan a hacer lo que no se debe hacer porque a uno le pagan para hacer lo que no debe hacer. Hay mucha inercia, el “siempre se han hecho las cosas así”. Está la trampa del éxito. Hay errores, inevitables, y la tendencia humana a negarlos o a ocultarlos, con lo que es muy difícil cambiar.
La sensibilidad moral es reducida. Los problemas éticos no son aparentes, porque se enmascaran muchas veces debajo de consideraciones técnicas, que son las que dominan. Hay mucha disonancia cognitiva: resistencia a aceptar la evidencia contraria a lo que nos parece. Muchatendencia a racionalizar las conductas: lo que es inmoral se presenta como algo aceptable, como una práctica normal, “todo el mundo lo hace”… Hay también mucha cultura burocrática: “aquí las cosas se hacen así”, “el que se mueve no sale en la foto”.
La ética se considera ajena a las decisiones de la empresa. Las decisiones las toman expertos, que miran solo su campo, reducido, y pierden de vista las implicaciones de sus decisiones sobre otros: comercial decide lo que hay que hacer para vender, si considerar si esto perjudica a fábrica, deteriora el medio ambiente o crea injusticias comparativas con otros departamentos. O sea, el enfoque parcial, limitado de los problemas es una invitación a no actuar éticamente. El individualismo domina, también en la empresa: cada uno tiene su proyecto, sobre todo a nivel directivo. Los valores son asunto privado. El que es ético me molesta, porque no deja hacer las cosas como a mí me interesan. La empresa acaba siendo un sujeto amoral: la ética no debe entrar aquí; en todo caso, algo de maquillaje, pero nada más.
La manera como la ética aflora en la empresa tampoco facilita hacer bien las cosas. Exigimos que la ética sea rentable, porque, si no lo es, el consejo de administración no la aceptará. Reducimos la ética a un conjunto de restricciones externas, lo que impone la sociedad o los medios de comunicación. Esto reduce la ética a un código de conducta, que hay que cumplir aunque no sea rentable -mejor, pues, que no le hagamos demasiado caso. O la ética es hacer algo extra:poner un spa a los empleados, invitarles a hacer voluntariado los fines de semana, o hacer obras filantrópicas con los beneficios.
Sí, ser ético en la empresa es difícil. Pero es necesario. Saber cómo está la carretera por la que hemos de transitar nos ayudará a evitar los agujeros y las barreras, y nos permitirá avanzar con éxito.
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