Constatemos la evidencia de que un hecho tan decisivo y constitutivo de la acción humana como es el amor, no tiene espacio en las ciencias sociales y políticas. Simplemente no existe, ni tan siquiera se le espera, con la casi única excepción de determinados textos de la Iglesia, como como puede ser el último ejemplo con la Encíclica de Benedicto XVI Deus caritas est, y su trasfondo sobre la denominada economía civil, (http://es.wikipedia.org/wiki/Econom%C3%ADa_civil), de la que StefanoZamagni es uno de sus mejores exponentes (http://it.wikipedia.org/wiki/Stefano_Zamagni).
Un buen compendio de la misma puede encontrarse en el libro
(http://www.ciudadnueva.com/new/catalogo/otras04.asp?id=19721)
Por una Economía del Bien Común, editado por Ciudad Nueva. De una manera más amplia, más general, constituye uno de los fundamentos de la Doctrina Social de la Iglesia. Pero a partir de ahí nada, o casi. Muy poco. La cuestión no es menor. Si la economía es una ciencia de la acción humana, tal carencia forzosamente debe de provocar fuertes distorsiones de cómo concibe la realidad, y las relaciones humanas, y si la política es la ciencia-se supone -y el arte -al menos en teoría- de la construcción de la vida en común, es evidente que no se puede realizar tal empeño si desconoce el amor. El amor no existe o es algo emotivamente vergonzante para ocasiones muy contadas, pero para nada forma parte de lo que podemos llamar metodología política.
Un buen compendio de la misma puede encontrarse en el libro
(http://www.ciudadnueva.com/new/catalogo/otras04.asp?id=19721)
Por una Economía del Bien Común, editado por Ciudad Nueva. De una manera más amplia, más general, constituye uno de los fundamentos de la Doctrina Social de la Iglesia. Pero a partir de ahí nada, o casi. Muy poco. La cuestión no es menor. Si la economía es una ciencia de la acción humana, tal carencia forzosamente debe de provocar fuertes distorsiones de cómo concibe la realidad, y las relaciones humanas, y si la política es la ciencia-se supone -y el arte -al menos en teoría- de la construcción de la vida en común, es evidente que no se puede realizar tal empeño si desconoce el amor. El amor no existe o es algo emotivamente vergonzante para ocasiones muy contadas, pero para nada forma parte de lo que podemos llamar metodología política.
Y no solo eso, nuestra sociedad tiende cada vez más a reducirlo a una relación sexual o, de otra parte, a la relación entre padres e hijos. Ciertamente hay amor relacionado con el sexo, y es un prototipo de su excelencia el que practican en el seno de la familia, pero con ser importantes no son todas las manifestaciones de lo que entendemos por amor, que en lo esencial es un vínculo que se concreta en algún tipo de compromiso que tiene como finalidad el bien del otro, sin esperar nada a cambio; y es la donación, o bien como reciprocidad, en la que ambos buscan lo mejor para el otro sin llegar a olvidarse de uno mismo. La amistad, la solidaridad, el altruismo, la amistad civil o concordia en los asuntos colectivos, son manifestaciones distintas de amor. La cooperación, la reciprocidad, la solidaridad y la donación son las formas concretas de cómo se materializa. ¿Por qué resulta tan difícil pensar una política y una economía enmarcado por todo ello?. Esta dificultad, incluso de concepción, que tiene la sociedad, sus líderes e instituciones, dice mucho de lo que falta por recorrer, de la tarea cristiana, y de porque el Diablo es príncipe de este mundo. Porque en su reino no hay cabida para el amor-
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