Páginas vistas

457135

viernes, 28 de junio de 2024

Sobre un mundo surgido al azar.

       






La Nebulosa del Cangrejo, restos de una supernova


    


    Marc Halévy (nacido en 1953), físico, discípulo de Prigogine: «Admitamos, con Stephen 

Hawking o Steven Weinberg, que el puro azar esté en el origen del desarrollo de nuestro Universo a partir del Big Bang. Este Universo, totalmente movido por el azar, logró proezas tales como la síntesis de una molécula de ARN autoduplicable. Es posible calcular la probabilidad de dicha síntesis bajo la única presión del azar. Por consiguiente, también es posible calcular el tiempo necesario para un universo aleatorio en lograrlo. Dicho tiempo es de varios millones de millones de veces la edad de nuestro Universo actual. […] La hipótesis del puro azar se ve refutada por su propio lenguaje: el del cálculo de probabilidades»


    Trinh Xuan Thuan (nacido en 1948), astrónomo budista, profesor de Astrofísica en la Universidad de Virginia y en París: «Una de las constataciones más sorprendentes de la cosmología moderna es el ajuste sumamente preciso de sus condiciones iniciales y de sus constantes físicas, que conducen a que un observador [el hombre] aparezca en nuestro Universo. Esta constatación es llamada “principio antrópico”. Si se cambiaran mínimamente las condiciones iniciales y las constantes físicas, el Universo estaría vacío y sería estéril; no estaríamos aquí para hablar de ello. Tal precisión de ajuste resulta asombrosa. Para darles una imagen, la precisión del índice de expansión inicial del Universo es comparable a la precisión que necesita un”“arquero para clavar una flecha en un blanco cuadrado de un centímetro de lado, colocado al otro lado del Universo, a 15 000 millones de años luz». – «Personalmente, pienso que hay un principio creador que ajustó eso desde el principio y pienso que hay un único Universo; es mi intuición. Cuando, por ejemplo, veo en el telescopio toda esa armonía, esa belleza, esa organización, es difícil creer que todo es azar, que nada tiene sentido, que estamos aquí por azar y que toda esta arquitectura cósmica está hecha por azar». – «Por mi parte, estoy dispuesto a apostar por la existencia de un ser supremo».324”


Pasajes de la obra Dios - La ciencia - Las pruebas: El albor de una revolución (Spanish Edition) Michel-Yves Bolloré


martes, 25 de junio de 2024

Los sofistas de hoy (se publica tal como se hizo hace bastantes años: la situación no ha cambiado)

Por el momento sociopolítico-antropológico-cultural que pasamos, vuelvo a colocar esta entrada en primer lugar. Aunque han cambiado personas, no han cambiado los personajes. Recordemos que las personas SON, mientras que los personajes sólo y siempre ACTÚAN.

Por Alejandro Llano

Especializados en convertir el argumento más débil en la razón más fuerte, los sofistas manejan el lenguaje como un instrumento puramente utilitario para convencer a los demás de aquello que a los propios sofistas les conviene. Hablar ya no es una actividad que esté al servicio del encuentro con la verdad, sino que se encamina al logro del poder. Parecen sabios, pero no lo son. Tampoco el sofista se identifica con el retórico. El retórico trata de hacer verosímil lo verdadero, mientras que el sofista intenta hacer verosímil lo falso.

A los sofistas griegos, Platón los llamó mercaderes ambulantes de golosinas del alma. Ahora bien, su vigencia no se limita a la antigüedad clásica. Los sofistas han revivido y hoy se los encuentra por todas partes. Expenden ideas-basura, comida rápida para alimentar mentes adocenadas por medios de comunicación que ocultan datos y —por poner un caso reciente— han pasado de ser periódicos de referencia a prensa amarilla, según ha dicho Hermann Tertsch acerca de un diario madrileño del que tuvo que salir por atreverse a decir la verdad.\"\"

En la España actual la sofística ha dejado de ser una curiosa anomalía para convertirse en un fenómeno global. Los discursos de muchos personajes cercanos al Gobierno constituyen ejemplos de constantes atentados a la lógica y al sentido común. Cuanto más próximos parece que se encuentran a la verdad, más niegan la evidencia. La reciente declaración de Manuel Conthe en el Congreso representó una valiente excepción. Habló de presiones sobre el organismo regulador del mercado de valores y apuntó cuál era el origen de semejantes extorsiones. Pero, desde el punto de vista del ambiente informativo, también esta excepción vino a confirmar la regla. Porque inmediatamente, esa misma noche, los medios paraoficiales manipulaban sus palabras y tergiversaban sus ideas. Aquí no ha pasado nada. Los socialistas seguimos siendo tan honrados como antes y nunca hemos roto un plato.

El gran maestro de sofistas, el gurú de la confusión mental, es el presidente del Gobierno (
entonces Zapatero). No se sabe cómo, pero cuando la realidad refuta sus palabras, se las apaña para hacer ver a muchos que en rigor ha sucedido lo que él anunciaba y que, por lo tanto, continuará por el mismo camino. Cuando surja el próximo encontronazo con los hechos, ya encontrará otro modo de ejercitar sus artes de ilusionista. Y, si los hechos no concuerdan con sus palabras, ¡peor para los hechos! Al fin y al cabo la tajante diferencia entre la verdad y el error, entre el bien y el mal, entre lo útil y lo perjudicial para el país, todo eso corresponde a un modo rígido y superado de pensar. Él es más comprensivo, más flexible, conecta mejor con el sentir de amplios sectores de la población española.

Y lo peor es que esto último parece ser cierto. En los dos programas de preguntas a Zapatero y a Rajoy, lo más penoso fue precisamente el modo de razonar de la mayor parte de un público presuntamente seleccionado por procedimientos sociológicos neutrales. Salvo contados casos, ofrecieron un panorama de planteamientos económicamente interesados, talantes foscos, actitudes sentimentales y notoria incapacidad para la réplica. Si tal es el retrato robot del español medio, nuestros actuales gobernantes tienen por delante una larga vida política.

El único modo de romper tal círculo vicioso es la formación intelectual y la cultura política. Pero esta educación para la esfera pública tendremos que buscarla cada uno por nuestra cuenta —o trabajar para adquirirla en pequeños grupos más o menos clandestinos— porque lo que nos llegue por vía oficial y burocrática vendrá ya empapado del aroma de la sofística. Siempre se ha pensado que la clave para la educación de todo un pueblo es el bachillerato. Ahora bien, la confusa reforma de este ciclo escolar, tal como estos días se anuncia, no promete nada bueno ni desde el punto de vista de la enseñanza ni desde la perspectiva del civismo. Lamentablemente, la educación se está convirtiendo, cada día más, en adiestramiento y domesticación con creciente ausencia de aprendizaje de las ciencias teóricas y de las humanidades.

Como se trata de una perspectiva dilatada, de un largo camino por recorrer, deberíamos procurar entre tanto no acoger acríticamente las versiones convencionales de las ideas y los acontecimientos. El tópico, el lugar común, es la muerte en flor del pensamiento libre. Lo políticamente correcto nos acogota y empequeñece nuestra talla ciudadana. Sócrates pagó bien cara su disidencia respecto a los sofistas. Pero su conducta sigue iluminando nuestra civilización. Desconfiemos de los panfletos de autoayuda y de los bestsellers de divulgación. Busquemos la mejor calidad intelectual que seamos capaces de asimilar. El mercado laboral se afana por contratar talentos. Pero esa excelencia intelectual sólo la roza quien se decide a pensar por cuenta propia.

La belleza, esa "ideología"

Por Ignacio Uría  (Gijón, 1971) es historiador, periodista y profesor de la Universidad de Alcalá      A mí todavía me extraña que un adoles...