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jueves, 27 de junio de 2013
Cardenal Dolan: "Es un día trágico para el matrimonio y nuestra nación"
miércoles, 26 de junio de 2013
Dejar obrar a Dios (Sobre San Josemaría Escrivá)
Al considerar esta actitud me vienen a la mente las palabras del Señor recogidas en el evangelio de San Juan 5,17: “Mi Padre obra siempre”. Son palabras pronunciadas por Jesús en el curso de una discusión con algunos especialistas de la religión que no querían reconocer que Dios puede trabajar en el día del sábado. Un debate todavía abierto y actual, en cierto modo, entre los hombres –también cristianos- de nuestro tiempo. Algunos piensan que Dios, después de la creación, se ha “retirado” y ya no muestra interés alguno por nuestros asuntos de cada día. Según este modo de pensar, Dios no podría intervenir en el tejido de nuestra vida cotidiana; sin embargo, las palabras de Jesucristo nos indican mas bien lo contrario. Un hombre abierto a la presencia de Dios se da cuenta de que Dios obra siempre y de que también actúa hoy; por eso debemos dejarle entrar y facilitarle que obre en nosotros. Es así como nacen las cosas que abren el futuro y renuevan la humanidad.
Todo esto nos ayuda a comprender por qué Josemaría Escrivá no se consideraba “fundador” de nada, y por qué se veía solamente como un hombre que quiere cumplir una voluntad de Dios, secundar esa acción, la obra –en efecto- de Dios. En este sentido, constituye para mí un mensaje de gran importancia el teocentrismo de Escrivá de Balaguer: está en coherencia con las palabras de Jesús esa confianza en que Dios no se ha retirado del mundo, porque está actuando constantemente; y en que a nosotros nos corresponde solamente ponernos a su disposición, estar disponibles, siendo capaces de responder a su llamada. Es un mensaje que ayuda también a superar lo que puede considerarse como la gran tentación de nuestro tiempo: la pretensión de pensar que después del big bang, Dios se ha retirado de la historia. La acción de Dios no “se ha parado” en el momento del big bang, sino que continúa en el curso del tiempo, tanto en el mundo de la naturaleza como en el de los hombres.
El fundador de la Obra decía: yo no he inventado nada; es Otro quien lo ha hecho todo; yo he procurado estar disponible y servirle como instrumento. La palabra y toda la realidad que llamamos Opus Dei está profundamente ensamblada con la vida interior del Fundador, que aun procurando ser muy discreto en este punto, da a entender que permanecía en diálogo constante, en contacto real con Aquél que nos ha creado y obra por nosotros y con nosotros. De Moisés se dice en el libro del Éxodo (33,11) que Dios hablaba con él “cara a cara, como un amigo habla con un amigo”. Me parece que, si bien el velo de la discreción esconde algunas pequeñas señales, hay fundamento suficiente para poder aplicar muy bien a Josemaría Escrivá eso de “hablar como un amigo habla con un amigo”, que abre las puertas del mundo para que Dios pueda hacerse presente, obrar y transformar todo.
En esta perspectiva se comprende mejor qué significa santidad y vocación universal a la santidad. Conociendo un poco la historia de los santos, sabiendo que en los procesos de canonización se busca la virtud “heroica” podemos tener, casi inevitablemente, un concepto equivocado de la santidad porque tendemos a pensar: “esto no es para mí”; “yo no me siento capaz de practicar virtudes heroicas”; “es un ideal demasiado alto para mí”. En ese caso la santidad estaría reservada para algunos “grandes” de quienes vemos sus imágenes en los altares y que son muy diferentes a nosotros, normales pecadores. Ésa sería una idea totalmente equivocada de la santidad, una concepción errónea que ha sido corregida – y esto me parece un punto central- precisamente por Josemaría Escrivá.
Virtud heroica no quiere decir que el santo sea una especie de “gimnasta” de la santidad, que realiza unos ejercicios inasequibles para las personas normales. Quiere decir, por el contrario, que en la vida de un hombre se revela la presencia de Dios, y queda más patente todo lo que el hombre no es capaz de hacer por sí mismo. Quizá, en el fondo, se trate de una cuestión terminológica, porque el adjetivo “heroico” ha sido con frecuencia mal interpretado. Virtud heroica no significa exactamente que uno hace cosas grandes por sí mismo, sino que en su vida aparecen realidades que no ha hecho él, porque él sólo ha estado disponible para dejar que Dios actuara. Con otras palabras, ser santo no es otra cosa que hablar con Dios como un amigo habla con el amigo. Esto es la santidad.
Ser santo no comporta ser superior a los demás; por el contrario, el santo puede ser muy débil, y contar con numerosos errores en su vida. La santidad es el contacto profundo con Dios: es hacerse amigo de Dios, dejar obrar al Otro, el Único que puede hacer realmente que este mundo sea bueno y feliz. Cuando Josemaría Escrivá habla de que todos los hombres estamos llamados a ser santos, me parece que en el fondo está refiriéndose a su personal experiencia, porque nunca hizo por sí mismo cosas increíbles, sino que se limitó a dejar obrar a Dios. Y por eso ha nacido una gran renovación, una fuerza de bien en el mundo, aunque permanezcan presentes todas las debilidades humanas.
Verdaderamente todos somos capaces, todos estamos llamados a abrirnos a esa amistad con Dios, a no soltarnos de sus manos, a no cansarnos de volver y retornar al Señor hablando con Él como se habla con un amigo sabiendo, con certeza, que el Señor es el verdadero amigo de todos, también de todos los que no son capaces de hacer por sí mismos cosas grandes.
Por todo esto he comprendido mejor la fisonomía del Opus Dei: la fuerte trabazón que existe entre una absoluta fidelidad a la gran tradición de la Iglesia, a su fe, con desarmante simplicidad, y la apertura incondicionada a todos los desafíos de este mundo, sea en el ámbito académico, en el del trabajo ordinario, en la economía, etc. Quien tiene esta vinculación con Dios, quien mantiene un coloquio ininterrumpido con Él, puede atreverse a responder a nuevos desafíos, y no tiene miedo; porque quien está en las manos de Dios, cae siempre en las manos de Dios. Es así como desaparece el miedo y nace la valentía de responder a los retos del mundo de hoy.
Card. Joseph Ratzinger. L'Osservatore Romano, 6 de octubre de 2002
sábado, 15 de junio de 2013
Libertad de conciencia, pero para todos.
viernes, 14 de junio de 2013
Por qué los bancos compran deuda pública
- Que es urgente concluir la solución de la crisis bancaria, devolviendo la salud a todas las instituciones ahora en dificultades
- Que el Banco Central Europeo debe acelerar la retirada de la liquidez proporcionada a la banca en cuanto esta sea capaz de acudir de nuevo a los mercados.
- Que hay que continuar las políticas de austeridad para reducir las necesidades de financiación de los gobiernos.
martes, 11 de junio de 2013
Madre de 7 hijos y defensora de los valores cristianos: así es la ministra que revoluciona Europa
Esta alemana de 55 años es algo más que política. Los alemanes la llaman “la madre de la nación” pues tiene siete hijos. Durante sus años en la política se ha empeñado en demostrar la grandeza de los hijos, las enormes ventajas de los niños en la sociedad y ha luchado por abrir camino a las familias que quieren tener hijos en una Europa con una histórica crisis demográfica.
La importancia de rezar con sus hijos
Von der Leyen es además una mujer de fuertes convicciones religiosas. Es cristiana y practicante. Cuenta orgullosa lo importante que es desayunar todos los días con sus hijos y rezar con ellos antes de acudir a sus obligaciones en el Ministerio. Del mismo modo hace lo mismo por las noches antes de que sus hijos vayan a dormir.
Luchadora por la familia
Desde 2009 es ministra de Trabajo pero su incansable lucha por la familia viene de atrás pues previamente, de 2005 a 2009, fue ministra de Familia, Mujer y Juventud. Desde ese puesto legisló a favor de este colectivo y ayudó a que las familias puedan conciliar mejor el cuidado de los hijos y el trabajo. Algo básico hoy en día.
Úrsula ha mostrado también al mundo la falacia de que no se puede ser madre y progresar profesionalmente, sin tener que por ello renunciar a tener familia. Estudió Económicas y más tarde se doctoró en Medicina llegando a dedicarse a la investigación. Más tarde se trasladó a EEUU debido a compromisos laborales de su marido. Allí se dedicó a cuidar de sus hijos y a la investigación y vio la importancia de ayudar a la familia. A partir de ahí entró en la CDU alemana y comenzó su meteórica carrera política.
Su carrera contracorriente
Al llegar al Gobierno de Merkel fue consciente de que sus cinco compañeras del Ejecutivo, incluida Merkel, habían renunciado a la maternidad para dedicarse a la política. Ella era el bicho raro y lamenta que en su país “tener siete hijos esté mal visto, se considera casi una provocación”.
Como ministra de Familia preparó una mini-revolución que fue hasta mal vista por su propio partido aunque ella siguió adelante. Propuso guarderías gratuitas y ayudas a los padres para el cuidado de sus hijos así como el permiso para que los padres pudiesen quedarse en casa cuidando de los niños. Pese a las críticas ella hablaba de sus experiencias familiares y cómo había podido conciliar trabajo y familia. “Me han llegado a preguntar si quiero encerrar a los padres a latigazos y eso demuestra el desprecio hacia todo lo que tenga que ver con el cuidado de los niños”.
La familia, cuna de valores
En una entrevista en ABC cuando aún era ministra de Familia, Von der Leyen aseguraba que “no soy una superwoman, donde estoy es el resultado de un largo camino de altibajos y decisiones con mi marido, y también de algunos errores”.
“La familia recobra su importancia, no sólo como factor de equilibrio, sino como herramienta para transmitir directamente unos valores, una interioridad y una trascendencia. Además, comprobamos que sin niños un país no puede seguir existiendo, por razones económicas y también emocionales”, afirmaba.
“Los niños no significan pobreza”
En este sentido, agregaba que “estamos en una situación muy crítica, sobre todo psicológicamente. Hay que volver a hablar del pan que los niños traen bajo el brazo: se llama alegría, fuerza creadora, seguridad futura…que los niños no significan pobreza, sino perspectiva”.
Del mismo modo, Úrsula Von der Leyen afirma que hay que recuperar los valores de siempre, no existen los nuevos. “La familia, la responsabilidad por el otro, valores cristianos que deben ser traducidos a otros tiempos. La familia no puede pervivir mirando a lo que fue, su economía y la de todos es ya global y la mujer es hoy muy importante. Pero siguen importando que haya niños en las calles, la solidaridad generacional, la buena educación, la subsidiaridad, y hay que preguntarse cómo mantenerlas en un mundo moderno”.
En su opinión, la familia “recupera importancia frente a la globalización. La familia es donde se aprende la responsabilidad entre hijos y padres, los valores que queremos para mañana. La educación hoy es transfronteriza, pero igual necesita límites, pues de mayor uno encontrará reglas. Los niños siguen necesitando tiempo, y ejemplo: y deben conocer valor del esfuerzo para el éxito”.
A pesar de ello ve cambios en el mundo actual. Hay ya empresas que prefieren a personal con familia que a solteros. La ministra responde que es algo normal pues “son las cabezas más flexibles, rápidas y maduras emocionalmente. Piense que tener cuatro hijos es ya dirigir una pyme”.
Igualmente, cuenta su experiencia personal en Estados Unidos cuando se trasladó allí con su marido. “Cuando me presentaba a trabajos en EEUU siempre me preguntaban qué hacía además del trabajo, si criaba niños o colaboraba con alguna asociación. ¡Me han dado puestos por tener hijos…En Europa me los darían por no tenerlos!”.
martes, 4 de junio de 2013
Injusticia de los justos
04 junio 2013. Pablo Cabellos Llorente
Levante-Emv
Por fortuna, hay una mayoría de personas sustancialmente justas, aunque todos fallemos en temas menores
No voy contra nadie porque todos cabemos en el título de este artículo. Si nos atenemos a la famosa definición de Ulpiano, ‘justicia es la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno su derecho’. ¿Quién no ha mentido alguna vez a quien tiene derecho a la verdad? ¿Alguien no ha murmurado nunca del que posee el derecho a la buena fama? Tomo estos ejemplos por ser las injusticias más fáciles de cometer. El mismo jurista romano resumía en tres los preceptos del ‘ius’: vivir honestamente, no causar daño a otro y dar a cada uno su derecho.
Es cierto que la noción de Derecho ha ido cambiando con el tiempo. Por eso acudo a un clásico con quien es difícil discrepar, porque en esos preceptos pueden caber todos los derechos del hombre. Con este preludio, voy al cuerpo del artículo que quiere referirse a la conculcación de la justicia por parte de quienes más cabría esperarla: legisladores, jueces, juristas, médicos, sacerdotes, educadores, gobernantes... No seré exhaustivo, pero seguramente todos esperamos más justicia de quienes ejercen esas profesiones vitales en la sociedad, aunque sea exigible a todos.
Los legisladores ejercitan la injusticia ─siempre desde mi punto de vista─ cuando promulgan leyes malas, ya se refieran a temas económicos, a los que solemos ser más sensibles, ya sean auténticas conculcaciones de lo natural. Los jueces no quedan exentos de la injusticia, a pesar de ser profesionales directos para impartirla, cuando se dejan presionar, corromper, politizar, etcétera. Los juristas ─me refiero ahora a los estudiosos del Derecho─ en una gran medida, se han apartado progresivamente de los derechos humanos, para trabajar exclusivamente sobre el Derecho positivo. Es cierto que por ahí les lleva la vida, pero se echan de menos algunas voces protectoras de la persona.
Hay médicos que invitan al aborto o a la eutanasia como medios infalibles y únicos de arreglar determinadas situaciones, o recetan ─aunque ahora es menos posible─ la medicina del laboratorio que paga. Y sí, también existen sacerdotes injustos, y no trato ahora de la pederastia, sino de nuestra falta de santidad, de identificación con Cristo, que nos convierte en malos funcionarios. Educadores ideologizados que sólo enseñan a pensar en dirección única, la del pensamiento dominante, tapón de la libertad. ¿Qué puedo decir de los gobernantes y de la oposición? Bastaría pensar en la corrupción nueva de cada día o en un gobierno u oposición viviendo a golpe de encuesta en lugar de buscar el bien común. Faltarían financieros, entes vigilantes, empresarios...
No puedo acabar así. Por fortuna, hay una mayoría de personas sustancialmente justas, aunque todos fallemos en temas menores. Esa mayoría ha de luchar por una sociedad en la que el Derecho impere de verdad. Y con él ─vuelvo a Ulpiano─ la vida honesta, el empeño por no inferir daño a nadie y la constante voluntad de dar a cada uno su derecho.
Levante-Emv
Por fortuna, hay una mayoría de personas sustancialmente justas, aunque todos fallemos en temas menores
No voy contra nadie porque todos cabemos en el título de este artículo. Si nos atenemos a la famosa definición de Ulpiano, ‘justicia es la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno su derecho’. ¿Quién no ha mentido alguna vez a quien tiene derecho a la verdad? ¿Alguien no ha murmurado nunca del que posee el derecho a la buena fama? Tomo estos ejemplos por ser las injusticias más fáciles de cometer. El mismo jurista romano resumía en tres los preceptos del ‘ius’: vivir honestamente, no causar daño a otro y dar a cada uno su derecho.
Es cierto que la noción de Derecho ha ido cambiando con el tiempo. Por eso acudo a un clásico con quien es difícil discrepar, porque en esos preceptos pueden caber todos los derechos del hombre. Con este preludio, voy al cuerpo del artículo que quiere referirse a la conculcación de la justicia por parte de quienes más cabría esperarla: legisladores, jueces, juristas, médicos, sacerdotes, educadores, gobernantes... No seré exhaustivo, pero seguramente todos esperamos más justicia de quienes ejercen esas profesiones vitales en la sociedad, aunque sea exigible a todos.
Los legisladores ejercitan la injusticia ─siempre desde mi punto de vista─ cuando promulgan leyes malas, ya se refieran a temas económicos, a los que solemos ser más sensibles, ya sean auténticas conculcaciones de lo natural. Los jueces no quedan exentos de la injusticia, a pesar de ser profesionales directos para impartirla, cuando se dejan presionar, corromper, politizar, etcétera. Los juristas ─me refiero ahora a los estudiosos del Derecho─ en una gran medida, se han apartado progresivamente de los derechos humanos, para trabajar exclusivamente sobre el Derecho positivo. Es cierto que por ahí les lleva la vida, pero se echan de menos algunas voces protectoras de la persona.
Hay médicos que invitan al aborto o a la eutanasia como medios infalibles y únicos de arreglar determinadas situaciones, o recetan ─aunque ahora es menos posible─ la medicina del laboratorio que paga. Y sí, también existen sacerdotes injustos, y no trato ahora de la pederastia, sino de nuestra falta de santidad, de identificación con Cristo, que nos convierte en malos funcionarios. Educadores ideologizados que sólo enseñan a pensar en dirección única, la del pensamiento dominante, tapón de la libertad. ¿Qué puedo decir de los gobernantes y de la oposición? Bastaría pensar en la corrupción nueva de cada día o en un gobierno u oposición viviendo a golpe de encuesta en lugar de buscar el bien común. Faltarían financieros, entes vigilantes, empresarios...
No puedo acabar así. Por fortuna, hay una mayoría de personas sustancialmente justas, aunque todos fallemos en temas menores. Esa mayoría ha de luchar por una sociedad en la que el Derecho impere de verdad. Y con él ─vuelvo a Ulpiano─ la vida honesta, el empeño por no inferir daño a nadie y la constante voluntad de dar a cada uno su derecho.
La belleza, esa "ideología"
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