Economista, médica, científica, madre de siete hijos, ministra federal, Ursula von der Leyen nació europea en la misma Bruselas y cumple 48 años la semana que viene.
Se educó en francés y en inglés, estudió Económicas y se doctoró en Medicina -al año de casarse en 1986- con una tesis sobre cierta proteína en el embarazo. Amplió estudios durante cuatro años en Stanford, lo que la hizo conocer y admirar el dinamismo y la flexibilidad estadounidenses, e investigó luego en epidemias y medicina social, obteniendo un máster en medicina.
Ha sido ministra regional en Sajonia Inferior. Lleva diez años en política y desde hace dos forma parte de la Ejecutiva del partido Unión Democristiana.
Angela Merkel la ha llamado para dirigir el Ministerio federal de la Familia, Mayores, Mujeres y Jóvenes, del que sostiene que es el más importante para la sociedad. Parecería un ejemplo perfecto de «superwoman» para muchas mujeres modernas, si no fuera porque precisamente a algunas sus logros, su determinación y hasta su innegable coquetería les resultan un compendio de éxito abusivo e inalcanzable.
Von der Leyen ha dicho que, como Ministra, su prioridad será su familia, y proyecta ayudas para las mujeres embarazadas sin recursos.
Considera que durante los últimos 30 a 40 años, en Alemania se cometió el gran error de ideologizar la política familiar: tanto la izquierda como la derecha dieron de hecho consignas sobre cómo había que comportarse en el mundo moderno en relación con los hijos y considera que esto causó mucho daño.
Dice: "Entiendo mi política como posibilidad de consolidar en la sociedad un espacio para más niños." Y también: "En mi opinión, existen cuatro campos en los que se puede contrarrestar la tendencia: en primer lugar, crear las condiciones generales para que las familias jóvenes tengan más valentía para tener hijos; muchos desean tenerlos, pero para ello hay que hacer más compatibles la familia y la profesión. Segundo: hemos de ocuparnos mejor de los niños, sobre todo de los más desfavorecidos. La tercera tarea es la integración de los emigrantes; y en cuarto lugar, se puede citar la convivencia entre las generaciones, aprovechar la experiencia de los mayores, para que éstos regalen su tiempo." Reproducimos la entrevista de Ramiro Villapadierna, publicada en ABC (3-IX-2006)]
-Científica, madre de siete hijos, ministra... ¿Es usted de verdad?
-No soy «superwoman», donde estoy es el resultado de un largo camino de altibajos y decisiones con mi marido, y también de errores. Pero he visto que los jóvenes con buena formación aman su trabajo y les sienta bienoo progresar y organizar su mundo. Y cuando quieren tener niños, tanto el padre como la madre deberían retener en mente el seguir desarrollándose de manera autónoma para luego poder cumplir juntos con su papel educativo.
-Usted podrá, pero algunas empiezan a aducir que eso es un camelo...
-Lo que han percibido es que si desatendían al niño por su carrera eran malas madres. Ante ese estrés y la mala conciencia, dejaron de tenerlos. Tampoco existía la infraestructura para una nueva situación económica en la que ambos cónyuges necesitan trabajar para mantenerse. Lo que ayuda es que el mundo laboral y la sociedad tengan consideración con los niños, que sepan que los necesitan.
-Parece estar mejor considerado el sufrir al jefe ocho horas que el tener un hijo...
-En Escandinava y en EE.UU., donde hay consideración y flexibilidad, los jóvenes más formados siguen teniendo niños. Canadá, Australia o Islandia experimentan un «boom» de natalidad con un 90 por ciento de las mujeres trabajando. Asumen que pese a educar a los niños hay que volver al trabajo, lo que exige un clima favorable y una infraestructura. Saben que los mayores necesitan a los niños, y los niños necesitan socializarse con otros niños, porque ya no tienen muchos hermanos con los que acostumbrarse a estar, a imponerse, a ceder y aprender...
-Un estudio de Allensbach concluye que la familia desempeña el papel primordial en la felicidad individual. ¿Es su ministerio el más importante del Gobierno?
-Debería... En una globalización que nos supera, retornamos sobre aquello en lo que sí podemos influir y la familia recobra su importancia, no sólo como factor de equilibrio, sino como herramienta para transmitir directamente unos valores, una interioridad o una trascendencia. Además comprobamos que sin niños un país no puede seguir existiendo, por razones económicas y también emocionales.
-Pero las familias se rompen y la gente sobrevive con prozac. ¿Pondría como asignatura aprender a ser feliz en pareja?
-Una gran idea. Una relación equilibrada no es sólo empezar, sino ir juntos por la vida, y exige que ninguno de los dos se hunda o se pierda. Observo entre mis compañeras que muchas parejas, después de quince años, se separan. La mujer suele ser abandonada por otra más joven, y los niños sufren. Frecuentemente sus vidas divergieron: deberían haber seguido desarrollándose cada cual y combinándose juntos.
-¿La familia futura es un «lego» desmontable?
-Pero ésta también puede ser perfectamente feliz. Las investigaciones demuestran que lo decisivo no es el modelo, más tradicional o menos, sino el clima, o sea, la sinceridad y el cariño con que se trata a los padres y a los niños. Mi convencimiento es que una buena familia, la que sea, tiene que ser reelaborada cada día según las necesidades y en consideración al otro: como mujer, saber que mi marido también es importante como padre; o, para él, que tiene una mujer que intelectualmente prosigue su camino, que es responsable con la crianza de los niños y también con la economía familiar.
-Las encuestas insisten en que los alemanes no quieren hijos. ¿Se ve fracasar?
-Estamos en situación muy crítica, sobre todo psicológicamente. Hay que volver a hablar del pan que los niños traen bajo el brazo: se llama alegría, fuerza creadora, seguridad futura... que los niños no significan pobreza, sino perspectiva. Pero viendo las estadísticas, hay que dejar claro que cada vez más es un tema de los hombres.
-A una política de la mujer, ¿le seguirá una política para el hombre?
-Para el padre, mejor dicho. Los hombres hoy tienen miedo de ser padres, no se deciden, no saben cómo van a ser aceptados como padres en la sociedad y en la empresa. Será que ven lo que padece la mujer.
-La ayuda en Alemania por niño quintuplica a la española. ¿Soluciona la ecuación familia-trabajo?
-Sabemos que donde se puede optar a permiso con sueldo, los padres quieren pasar más meses con sus hijos. Aquí, sólo lo toman un 5 por ciento de los padres; pero allí donde hay más tradición son hasta un 80 por ciento y, claro, entienden mucho mejor qué es la educación. Luego, estadísticamente, quieren tener más niños. La empresa está entendiendo que esto es importante para sus empleados y que, si no, los perderá. Tiene que reorganizarse.
-¿No pedía la CDU un sueldo de 600 euros por madre?
-Era otro tiempo. De oposición. Podría estar muy bien, pero lo pagarían los que están trabajando, y de los 40 millones de trabajadores alemanes actuales, dentro de quince años tendremos quince millones menos; y mucha gente mayor. Los adultos estarán sosteniendo a la vez a sus hijos y a sus padres. ¿Pueden subvencionar también a las madres?
-¿Y pasar una pensión a la ex?
-Por eso, países avanzados como éste vuelven a tener niños en el umbral de la pobreza.
-La economía requiere mujeres, pero también niños. ¿Son incompatibles?
-Aquí, un 75 por ciento de mujeres con selectividad, y un 63 sin selectividad, quieren seguir trabajando después de tener hijos, aunque en la práctica un 40 por ciento no se reincorporan. La madre no puede ser abandonada a una decisión que, por experiencia, sé que es muy dificil, y ver que encima tu empresa no te lo pone fácil.
-Algunas empresas empiezan a preferir personal con familia a solteros.
-Indiscutiblemente. Son las cabezas más flexibles, rápidas y maduras emocionalmente. Piense que tener cuatro hijos es ya dirigir una «pyme». Pero ha sido difícil que la empresa alemana se convenza, frente a la estadounidense o la suiza, de que fracasará internacionalmente si no se ocupa de sus padres y madres, de que éstos puedan educar a sus hijos. Aquí hay médicos jóvenes que emigran a EE.UU. porque tienen mejores condiciones, y pueden tener tres o cuatro hijos. Y quieren las dos cosas. Es lo mejor para un país.
-¿Cómo lo hacen sin tanta ayuda?
-Con descuentos fiscales y un abanico de opciones de cuidado de niños, de servicios domésticos. Su economía, sencillamente, se adapta para hacer posibles las cosas. En cambio, en los países nórdicos y del Este mantener el sueldo durante el primer año de permiso es muy importante para poder dedicarte a tu hijo y a planear cómo organizar luego su cuidado, y de ahí que el Estado haya dispuesto guarderías. Pero lo fundamental es que la madre no se desconecte totalmente del trabajo, y que pueda hallar luego alternativas flexibles tras el primer año.
-En España son sólo cuatro meses. ¿Eso desanima a la paternidad?
-También la sociedad tieneque aprender que es bueno tomarse un año para cuidar a un niño, y que las empresas ofrezcan luego opciones variables de reenganche. Siemens, como quiere captar a las nuevas estudiantes, tan bien preparadas, está haciendo guarderías en sus recintos... Al final, gana la empresa.
- Si es inteligente tener hijos, ¿por qué los más formados no los tienen?
-Si la mujer entiende que va a trabajar sólo hasta que tenga niños, pasa que la que no cuenta con perspectivas laborales tiene niños de todas maneras; y la que sí las tiene, y de la que el Estado espera recaudar más impuestos, no se arriesga a perderlas, y no tiene hijos. En esa esquizofrenia vivimos desde hace treinta años: mucha formación, no niños.
-La CDU propone revisar qué valores requiere la nueva sociedad. ¿Hay valores modernos?
-Los valores son los de siempre: la familia, la responsabilidad por el otro, valores cristianos que deben ser traducidos a otros tiempos. La familia no puede pervivir mirando a lo que fue, su economía y la de todos es ya global y la mujer es hoy muy importante. Pero siguen importando que haya niños en las calles, la solidaridad generacional, la buena educación, la subsidiaridad, y hay que preguntarse cómo mantenerlas en un mundo moderno. No caben respuestas de los años 50. Aceptemos que hoy falta ese laboratorio social que eran las familias numerosas, con varias generaciones conviviendo, pues este Gobierno quiere abrir «casas intergeneracionales» donde poder encontrarse con guarderías, ayuda con los deberes, lugares para ancianos... Recuperar el valor de que una generación ayude a la siguiente.
-¿La familia fue enterrada en los años 60?
-Tonterías. Recupera importancia frente a la globalización. La familia es donde se aprende la responsabilidad entre hijos y padres, los valores que queremos para mañana. La educación hoy es transfronteriza, pero igual necesita límites, pues de mayor uno encontrará reglas. Los niños siguen necesitando tiempo, y ejemplo; y deben conocer el valor del esfuerzo para el éxito. Guarderías y maestros tienen que volver a hablar de los rituales del orden, de cómo convivir con un anciano, o cómo recibir a un extranjero.
-¿Alguien sale en televisión por ser un buen padre?
-En sociedades destacadas como Suecia o Australia, no eres una persona de éxito sólo por ser buen profesional, sino si eres buen padre y tienes una familia con éxito. Cuando me presentaba a trabajos en EE.UU., siempre me preguntaban qué hacía además del trabajo, si criaba niños o colaboraba en alguna asociación. ¡Me han dado puestos por tener hijos... En Europa me los darían por no tenerlos! Saben, sencillamente, que un padre es más competente socialmente. Esto va a cambiar, porque esas sociedades tienen éxito.
-En una España sin hijos, la política familiar ha empezado por la boda homosexual...
-Pues perdone, pero eso no sube el índice de natalidad. Es política del artificio, y es jugar emocionalmente con las parejas homosexuales y no tomar en serio sus problemas. Es estúpido reducir la familia a política de partido. Mire, sé que las nuevas generaciones de españolas y españoles están muy bien preparadas. Pero la mujer se topa con el problema de cumplir un modelo de madre española perfecta, que hoy es difícil. No se le puede impartir una formación y abrirle puertas para luego ponerla en el brete de renunciar. Entonces abdica de algo, y pierden todos, la primera ella. La sociedad tiene que decirle: no, porque hoy estás más formada... Puedes hacerlo todo.