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domingo, 15 de marzo de 2009

MAS DE 300 INTELECTUALES Y CIENTÍFICOS SE PLANTAN CONTRA LA REFORMA DE LA LEY DEL ABORTO


Domingo Pérez, ABC, 15 de marzo 2009

«Ustedes recomiendan el aborto libre hasta la semana 14 ¿Por qué no hasta la 12 o en la 18? ¿Me puede decir cuando consideran que se produce el inicio de la vida?». Fue la pregunta de un periodista al portavoz de los expertos de Bibiana Aído el día en que ésta presentó orgullosa las recomendaciones para una nueva ley del aborto. La respuesta fue tan evasiva como absurda: «No vamos a entrar en cuestiones religiosas».
Por mucho que les pese a los expertos, en su mayoría reconocidos abortistas, de la ministra de Igualdad, la cuestión era científica, pero también, ética y legal. Por ello, este martes se presentará el «Manifiesto de los 300», un documento en el que reputadísimos científicos, profesores e intelectuales de distintas ramas de la Bio-Medicina, las Humanidades y las Ciencias Sociales defienden el derecho a la vida.
Titulado «Ante la iniciativa gubernamental de una ley de plazos del aborto» ha sido impulsado por los profesores Nicolás Jouve, catedrático de Genética; César Nombela, catedrático de Microbiología; Francisco Abadía Fenoll, catedrático emérito de Biología Celular; y Julio Navascués Martínez, catedrático de Biología Celular. El número de adhesiones era el viernes pasado de 323. Una cifra muy elevada ya que no se trata de un manifiesto abierto al público y, además, se ha buscado que los firmantes respondieran a un perfil de excelencia y autoridad intelectual.
En los doce puntos del Manifiesto, a cuyo borrador ha tenido acceso ABC, se defiende «la vida humana en su etapa inicial, embrionaria y fetal» y se rechaza «su instrumentalización al servicio de lucrativos intereses económicos o ideológicos». Exige el escrito «una correcta interpretación de los datos de la ciencia en relación con la vida humana en todas sus etapas».
Dan en su trabajo cumplida respuesta al experto de Aído: «Existe sobrada evidencia científica de que la vida empieza en el momento de la fecundación. Los conocimientos más actuales así lo demuestran» y lo documentan desde las ramas de la Genética, la Biología Celular y la Embriología.
«Una sociedad enferma»
Ironiza sobre la terminología progresista: «Un aborto no es sólo la "interrupción voluntaria del embarazo" sino un acto simple y cruel de interrupción de una vida humana». Reflexiona sobre las consecuencias sociales: «El aborto es una tragedia... Una sociedad indiferente a la matanza de cerca de 120.000 bebés al año es una sociedad fracasada y enferma». Critica la posibilidad de que a los 16 años se pueda abortar sin consentimiento paterno: «Obligar a una joven a decidir sola a tan temprana edad es una irresponsabilidad y una forma clara de violencia contra la mujer». Concluye que: «Lejos de suponer la conquista de un derecho para la mujer, una Ley del aborto sin limitaciones fijaría a la mujer como la única responsable de un acto violento contra la vida de su propio hijo».
Y considera que «una ley de plazos, agrava la situación actual y desoye a una sociedad que, lejos de desear una nueva Ley para legitimar un acto violento para el no nacido y para su madre, reclama una regulación para detener los abusos y el fraude de Ley de los centros donde se practican los abortos».
La ministra de Igualdad, Bibiana Aído, reconoció a Ep la necesidad de alcanzar «suficiente consenso jurídico, médico y parlamentario» para la nueva ley del aborto. Aseguró que «será escuchado todo el mundo»; pidió «prudencia y sosiego» a los antiabortistas; y, al comentar la polémica recomendación de permitir abortar a los 16 años sin permiso ni conocimiento paterno, amagó una retirada: «El Gobierno incluirá este aspecto en función de que se tenga el suficiente consenso».

sábado, 14 de marzo de 2009

Carta del Papa sobre el levantamiento de la excomunión a los “lefebvrianos”



Que el Papa Benedicto XVI ha enviado a los obispos de todo el mundo y en la que explica largamente las razones y los hechos en torno al levantamiento de la excomunión a los obispos ordenados ilegítimamente en 1988 por monseñor Marcel Lefebvre. La carta ha sido hecha pública
por la Santa Sede.

Ciudad del Vaticano, jueves 12 de marzo de 2009

Queridos Hermanos en el ministerio episcopal:

La remisión de la excomunión a los cuatro Obispos consagrados en el año 1988 por el Arzobispo Lefebvre sin mandato de la Santa Sede, ha suscitado por múltiples razones dentro y fuera de la Iglesia católica una discusión de una vehemencia como no se había visto desde hace mucho tiempo. Muchos Obispos se han sentido perplejos ante un acontecimiento sucedido inesperadamente y difícil de encuadrar positivamente en las cuestiones y tareas de la Iglesia de hoy. A pesar de que muchos Obispos y fieles estaban dispuestos en principio a considerar favorablemente la disposición del Papa a la reconciliación, a ello se contraponía sin embargo la cuestión sobre la conveniencia de dicho gesto ante las verdaderas urgencias de una vida de fe en nuestro tiempo. Algunos grupos, en cambio, acusaban abiertamente al Papa de querer volver atrás, hasta antes del Concilio. Se desencadenó así una avalancha de protestas, cuya amargura mostraba heridas que se remontaban más allá de este momento. Por eso, me siento impulsado a dirigiros a vosotros, queridos Hermanos, una palabra clarificadora, que debe ayudar a comprender las intenciones que me han guiado en esta iniciativa, a mí y a los organismos competentes de la Santa Sede. Espero contribuir de este modo a la paz en la Iglesia.

Una contrariedad para mí imprevisible fue el hecho de que el caso Williamson se sobrepusiera a la remisión de la excomunión. El gesto discreto de misericordia hacia los cuatro Obispos, ordenados válidamente pero no legítimamente, apareció de manera inesperada como algo totalmente diverso: como la negación de la reconciliación entre cristianos y judíos y, por tanto, como la revocación de lo que en esta materia el Concilio había aclarado para el camino de la Iglesia. Una invitación a la reconciliación con un grupo eclesial implicado en un proceso de separación, se transformó así en su contrario: un aparente volver atrás respecto a todos los pasos de reconciliación entre los cristianos y judíos que se han dado a partir del Concilio, pasos compartidos y promovidos desde el inicio como un objetivo de mi trabajo personal teológico. Que esta superposición de dos procesos contrapuestos haya sucedido y, durante un tiempo haya enturbiado la paz entre cristianos y judíos, así como también la paz dentro de la Iglesia, es algo que sólo puedo lamentar profundamente. Me han dicho que seguir con atención las noticias accesibles por Internet habría dado la posibilidad de conocer tempestivamente el problema. De ello saco la lección de que, en el futuro, en la Santa Sede deberemos prestar más atención a esta fuente de noticias. Me ha entristecido el hecho de que también los católicos, que en el fondo hubieran podido saber mejor cómo están las cosas, hayan pensado deberme herir con una hostilidad dispuesta al ataque. Justamente por esto doy gracias a los amigos judíos que han ayudado a deshacer rápidamente el malentendido y a restablecer la atmósfera de amistad y confianza que, como en el tiempo del Papa Juan Pablo II, también ha habido durante todo el período de mi Pontificado y, gracias a Dios, sigue habiendo.

Otro desacierto, del cual me lamento sinceramente, consiste en el hecho de que el alcance y los límites de la iniciativa del 21 de enero de 2009 no se hayan ilustrado de modo suficientemente claro en el momento de su publicación. La excomunión afecta a las personas, no a las instituciones. Una ordenación episcopal sin el mandato pontificio significa el peligro de un cisma, porque cuestiona la unidad del colegio episcopal con el Papa. Por esto, la Iglesia debe reaccionar con la sanción más dura, la excomunión, con el fin de llamar a las personas sancionadas de este modo al arrepentimiento y a la vuelta a la unidad. Por desgracia, veinte años después de la ordenación, este objetivo no se ha alcanzado todavía. La remisión de la excomunión tiende al mismo fin al que sirve la sanción: invitar una vez más a los cuatro Obispos al retorno. Este gesto era posible después de que los interesados reconocieran en línea de principio al Papa y su potestad de Pastor, a pesar de las reservas sobre la obediencia a su autoridad doctrinal y a la del Concilio. Con esto vuelvo a la distinción entre persona e institución. La remisión de la excomunión ha sido un procedimiento en el ámbito de la disciplina eclesiástica: las personas venían liberadas del peso de conciencia provocado por la sanción eclesiástica más grave. Hay que distinguir este ámbito disciplinar del ámbito doctrinal. El hecho de que la Fraternidad San Pío X no posea una posición canónica en la Iglesia, no se basa al fin y al cabo en razones disciplinares sino doctrinales. Hasta que la Fraternidad non tenga una posición canónica en la Iglesia, tampoco sus ministros ejercen ministerios legítimos en la Iglesia. Por tanto, es preciso distinguir entre el plano disciplinar, que concierne a las personas en cuanto tales, y el plano doctrinal, en el que entran en juego el ministerio y la institución. Para precisarlo una vez más: hasta que las cuestiones relativas a la doctrina no se aclaren, la Fraternidad no tiene ningún estado canónico en la Iglesia, y sus ministros, no obstante hayan sido liberados de la sanción eclesiástica, no ejercen legítimamente ministerio alguno en la Iglesia.

A la luz de esta situación, tengo la intención de asociar próximamente la Pontificia Comisión "Ecclesia Dei", institución competente desde 1988 para esas comunidades y personas que, proviniendo de la Fraternidad San Pío X o de agrupaciones similares, quieren regresar a la plena comunión con el Papa, con la Congregación para la Doctrina de la Fe. Con esto se aclara que los problemas que deben ser tratados ahora son de naturaleza esencialmente doctrinal, y se refieren sobre todo a la aceptación del Concilio Vaticano II y del magisterio postconciliar de los Papas. Los organismos colegiales con los cuales la Congregación estudia las cuestiones que se presentan (especialmente la habitual reunión de los Cardenales el miércoles y la Plenaria anual o bienal) garantizan la implicación de los Prefectos de varias Congregaciones romanas y de los representantes del Episcopado mundial en las decisiones que se hayan de tomar. No se puede congelar la autoridad magisterial de la Iglesia al año 1962, lo cual debe quedar bien claro a la Fraternidad. Pero a algunos de los que se muestran como grandes defensores del Concilio se les debe recordar también que el Vaticano II lleva consigo toda la historia doctrinal de la Iglesia. Quien quiere ser obediente al Concilio, debe aceptar la fe profesada en el curso de los siglos y no puede cortar las raíces de las que el árbol vive.

Espero, queridos Hermanos, que con esto quede claro el significado positivo, como también sus límites, de la iniciativa del 21 de enero de 2009. Sin embargo, queda ahora la cuestión: ¿Era necesaria tal iniciativa? ¿Constituía realmente una prioridad? ¿No hay cosas mucho más importantes? Ciertamente hay cosas más importantes y urgentes. Creo haber señalado las prioridades de mi Pontificado en los discursos que pronuncié en sus comienzos. Lo que dije entonces sigue siendo de manera inalterable mi línea directiva. La primera prioridad para el Sucesor de Pedro fue fijada por el Señor en el Cenáculo de manera inequívoca: "Tú… confirma a tus hermanos" (Lc 22,32). El mismo Pedro formuló de modo nuevo esta prioridad en su primera Carta: "Estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere" (1 Pe 3,15). En nuestro tiempo, en el que en amplias zonas de la tierra la fe está en peligro de apagarse como una llama que no encuentra ya su alimento, la prioridad que está por encima de todas es hacer presente a Dios en este mundo y abrir a los hombres el acceso a Dios. No a un dios cualquiera, sino al Dios que habló en el Sinaí; al Dios cuyo rostro reconocemos en el amor llevado hasta el extremo (cf. Jn 13,1), en Jesucristo crucificado y resucitado. El auténtico problema en este momento actual de la historia es que Dios desaparece del horizonte de los hombres y, con el apagarse de la luz que proviene de Dios, la humanidad se ve afectada por la falta de orientación, cuyos efectos destructivos se ponen cada vez más de manifiesto.

Conducir a los hombres hacia Dios, hacia el Dios que habla en la Biblia: Ésta es la prioridad suprema y fundamental de la Iglesia y del Sucesor de Pedro en este tiempo. De esto se deriva, como consecuencia lógica, que debemos tener muy presente la unidad de los creyentes. En efecto, su discordia, su contraposición interna, pone en duda la credibilidad de su hablar de Dios. Por eso, el esfuerzo con miras al testimonio común de fe de los cristianos –al ecumenismo– está incluido en la prioridad suprema. A esto se añade la necesidad de que todos los que creen en Dios busquen juntos la paz, intenten acercarse unos a otros, para caminar juntos, incluso en la diversidad de su imagen de Dios, hacia la fuente de la Luz. En esto consiste el diálogo interreligioso. Quien anuncia a Dios como Amor "hasta el extremo" debe dar testimonio del amor. Dedicarse con amor a los que sufren, rechazar el odio y la enemistad, es la dimensión social de la fe cristiana, de la que hablé en la Encíclica Deus caritas est.

Por tanto, si el compromiso laborioso por la fe, por la esperanza y el amor en el mundo es en estos momentos (y, de modos diversos, siempre) la auténtica prioridad para la Iglesia, entonces también forman parte de ella las reconciliaciones pequeñas y medianas. Que el humilde gesto de una mano tendida haya dado lugar a un revuelo tan grande, convirtiéndose precisamente así en lo contrario de una reconciliación, es un hecho del que debemos tomar nota. Pero ahora me pregunto: ¿Era y es realmente una equivocación, también en este caso, salir al encuentro del hermano que "tiene quejas contra ti" (cf. Mt 5,23s) y buscar la reconciliación? ¿Acaso la sociedad civil no debe intentar también prevenir las radicalizaciones y reintegrar a sus eventuales partidarios –en la medida de lo posible– en las grandes fuerzas que plasman la vida social, para evitar su segregación con todas sus consecuencias? ¿Puede ser totalmente desacertado el comprometerse en la disolución de las rigideces y restricciones, para dar espacio a lo que haya de positivo y recuperable para el conjunto? Yo mismo he visto en los años posteriores a 1988 cómo, mediante el regreso de comunidades separadas anteriormente de Roma, ha cambiado su clima interior; cómo el regreso a la gran y amplia Iglesia común ha hecho superar posiciones unilaterales y ablandado rigideces, de modo que luego han surgido fuerzas positivas para el conjunto. ¿Puede dejarnos totalmente indiferentes una comunidad en la cual hay 491 sacerdotes, 215 seminaristas, 6 seminarios, 88 escuelas, 2 institutos universitarios, 117 hermanos, 164 hermanas y millares de fieles? ¿Debemos realmente dejarlos tranquilamente ir a la deriva lejos de la Iglesia? Pienso por ejemplo en los 491 sacerdotes. No podemos conocer la trama de sus motivaciones. Sin embargo, creo que no se hubieran decidido por el sacerdocio si, junto a varios elementos distorsionados y enfermos, no existiera el amor por Cristo y la voluntad de anunciarlo y, con Él, al Dios vivo. ¿Podemos simplemente excluirlos, como representantes de un grupo marginal radical, de la búsqueda de la reconciliación y de la unidad? ¿Qué será de ellos luego?

Ciertamente, desde hace mucho tiempo y después una y otra vez, en esta ocasión concreta hemos escuchado de representantes de esa comunidad muchas cosas fuera de tono: soberbia y presunción, obcecaciones sobre unilateralismos, etc. Por amor a la verdad, debo añadir que he recibido también una serie de impresionantes testimonios de gratitud, en los cuales se percibía una apertura de los corazones. ¿Acaso no debe la gran Iglesia permitirse ser también generosa, siendo consciente de la envergadura que posee; en la certeza de la promesa que le ha sido confiada? ¿No debemos como buenos educadores ser capaces también de dejar de fijarnos en diversas cosas no buenas y apresurarnos a salir fuera de las estrecheces? ¿Y acaso no debemos admitir que también en el ámbito eclesial se ha dado alguna salida de tono? A veces se tiene la impresión de que nuestra sociedad tenga necesidad de un grupo al menos con el cual no tener tolerancia alguna; contra el cual pueda tranquilamente arremeter con odio. Y si alguno intenta acercársele –en este caso el Papa– también él pierde el derecho a la tolerancia y puede también ser tratado con odio, sin temor ni reservas.

Queridos Hermanos, por circunstancias fortuitas, en los días en que me vino a la mente escribir esta carta, tuve que interpretar y comentar en el Seminario Romano el texto de Ga 5,13-15. Percibí con sorpresa la inmediatez con que estas frases nos hablan del momento actual: «No una libertad para que se aproveche el egoísmo; al contrario, sed esclavos unos de otros por amor. Porque toda la ley se concentra en esta frase: "Amarás al prójimo como a ti mismo". Pero, atención: que si os mordéis y devoráis unos a otros, terminaréis por destruiros mutuamente». Siempre fui propenso a considerar esta frase como una de las exageraciones retóricas que a menudo se encuentran en San Pablo. Bajo ciertos aspectos puede ser también así. Pero desgraciadamente este "morder y devorar" existe también hoy en la Iglesia como expresión de una libertad mal interpretada. ¿Sorprende acaso que tampoco nosotros seamos mejores que los Gálatas? Que ¿quizás estemos amenazados por las mismas tentaciones? ¿Que debamos aprender nuevamente el justo uso de la libertad? ¿Y que una y otra vez debamos aprender la prioridad suprema: el amor? En el día en que hablé de esto en el Seminario Mayor, en Roma se celebraba la fiesta de la Virgen de la Confianza. En efecto, María nos enseña la confianza. Ella nos conduce al Hijo, del cual todos nosotros podemos fiarnos. Él nos guiará, incluso en tiempos turbulentos. De este modo, quisiera dar las gracias de corazón a todos los numerosos Obispos que en este tiempo me han dado pruebas conmovedoras de confianza y de afecto y, sobre todo, me han asegurado sus oraciones. Este agradecimiento sirve también para todos los fieles que en este tiempo me han dado prueba de su fidelidad intacta al Sucesor de San Pedro. El Señor nos proteja a todos nosotros y nos conduzca por la vía de la paz. Es un deseo que me brota espontáneo del corazón al comienzo de esta Cuaresma, que es un tiempo litúrgico particularmente favorable a la purificación interior y que nos invita a todos a mirar con esperanza renovada al horizonte luminoso de la Pascua.

Con una especial Bendición Apostólica me confirmo

Vuestro en el Señor

Benedictus PP. XVI

viernes, 6 de marzo de 2009

"Se quiere poner a los objetores en situación de excepción"


La Asociación Nacional para la Defensa del Derecho a la Objeción de Conciencia (ANDOC) ha remitido una nota de prensa con motivo de las conclusiones de la Subcomisión para la reforma de la ley del aborto. Según la ANDOC, estas conclusiones responden únicamente a motivos ideológicos, contradicen el ordenamiento constitucional, y carecen de justificación ética, médica, y social.

Problemas de inconstitucionalidad
La respuesta de la Asociación señala que mientras en la actualidad el aborto es un delito despenalizado en tres supuestos, y los facultativos que no lo realizan actúan estrictamente en el terreno de la legalidad y de las normas deontológicas, la reforma legal propuesta pasaría a convertirlo en un derecho limitado exclusivamente por unos plazos; y, como acto médico exigible, dejaría al objetor en una situación de excepción.

De acuerdo a esta perspectiva, la futura ley –que incluyendo el aborto dentro de los denominados “derechos reproductivos” se apartaría de las grandes declaraciones internacionales de derechos aceptadas por todos los países– contraría especialmente los preceptos constitucionales que establecen, por un lado, que la vida humana es un proceso continuo que comienza con la gestación y que termina en la muerte; y, por otra parte, que “la objeción de conciencia es, en este caso, un derecho constitucional que no precisa para su ejercicio de una regulación específica”.

En cuanto a la dimensión social del problema del que se ocupa la ley propuesta, el texto de ANDOC responsabiliza a la Subcomisión de haber hurtado el debate a los ciudadanos operando de un modo precipitado y opaco.

La conciencia del médico, violentada
Además de lo anterior, señala la nota de ANDOC que la reforma prevista entra en conflicto con lo dispuesto en el artículo 4 del Código de Ética Médica, que impone a los médicos como deber primordial el cuidado de la vida humana. Por otra parte, se dice, los presupuestos en que se fundamenta la Subcomisión para regular la objeción de conciencia médica no se corresponden con la realidad, puesto que “no existe una objeción de conciencia institucional, sino una mayoría de médicos y personal auxiliar que individualmente, por motivos legales (apoyados en sentencias), científicos y éticos, se niegan a participar en un aborto”.

Tampoco, dice la Asociación, queda claro a qué comunidades autónomas se refiere la propuesta, pues señala la nota que “la mayoría de ellas lleva apoyando el aborto desde hace años, negando iniciativas promovidas para ayudar a las mujeres embarazadas, y facilitando la labor –a través de entidades oficiales o cuasi oficiales– a las clínicas abortistas”.

El planteamiento fundamental de la respuesta de ANDOC es que “los términos de la propuesta parecen no tener otra finalidad que la de hacer ‘entrar por el aro’ a los médicos objetores, abocándoles al dilema de plegarse a una ideología o de cargar con las consecuencias laborales o profesionales correspondientes. Algo que en la situación actual de los médicos españoles no ofrece demasiada escapatoria, toda vez que la mayoría son empleados de la sanidad pública”.

A propósito de esto, el remitido expresa su temor de que para asegurar un “buen servicio” el Gobierno instaure una especie de “cuerpo” ad hoc de facultativos, recurriendo, incluso, con una oferta salarial competitiva, a la “experiencia” de quienes trabajan en las clínicas abortistas privadas.

No obstante, el comunicado de ANDOC espera que, ante estas circunstancias, los profesionales de la Sanidad se reafirmen en su vocación de servicio a la vida, especialmente la de los más débiles y necesitados, y defiendan con hechos la propia dignidad profesional.

ANDOC nació en Granada en 2001 para defender la objeción de conciencia de los farmacéuticos a quienes la Junta de Andalucía quería obligar a vender la píldora del día siguiente. Tiene como misión fundamental defender la objeción de conciencia del personal sanitario, y también en campos como la educación, la pena de muerte, etc.

¿Qué le pasa a la ONU?

   Por    Stefano Gennarini, J.D       La ONU pierde credibilidad con cada informe que publica. Esta vez, la oficina de derechos humanos de ...