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domingo, 24 de diciembre de 2006

¡¡¡Feliz Navidad!!!


Dios es tan grande que puede hacerse pequeño. Dios es tan poderoso que puede hacerse inerme y venir a nuestro encuentro como niño indefenso para que podamos amarlo. Dios es tan bueno que puede renunciar a su esplendor divino y descender a un establo para que podamos encontrarlo y, de este modo, su bondad nos toque, se nos comunique y continúe actuando a través de nosotros. Esto es la Navidad: “Tu eres mi hijo, hoy yo te he engendrado”. Dios se ha hecho uno de nosotros para que podamos estar con él, para que podamos llegar a ser semejantes a él. Ha elegido como signo suyo al Niño en el pesebre: él es así. De este modo aprendemos a conocerlo. (Benedicto XVI, Nochebuena 2005).

viernes, 22 de diciembre de 2006

Cinco relatos, cinco conversiones. Algunos títulos para regalar estas navidades

La conversión es un proceso misterioso y radical, que nos lleva a las honduras del alma, donde se plantean las más profundas cuestiones existenciales. Enormemente bello por consistir en un encuentro con Dios, que es siempre lo más profundo, lo más hermoso. Al mismo tiempo, se trata de algo exquisitamente personal. La vida tiene una enorme riqueza en la que se mezclan la limitación humana y la inmensidad de Dios, un diálogo entre lo finito y lo infinito. De tal forma que también hay conversiones imperfectas o inacabadas, porque a la fortaleza de Dios, le acompañan siempre los múltiples aspectos de la fragilidad humana. (Juan Luis Lorda, Evangelización y comunicación, Edicep, 34).

Recientemente han proliferado, por parte de editoriales diversas, relatos de conversiones. Son narraciones actuales en que un hombre o una mujer muestran su itinerario personal de reencuentro con Dios, con toda la fuerza y belleza propia de una experiencia íntima. A veces, partiendo desde una oposición abierta; otras, desde la duda o la indiferencia; otras desde una conducta totalmente apartada de Dios Queremos aludir a cinco de ellos, aparecidos en los últimos años y que desde estas páginas hemos ido reseñando. Se han elegido los libros de tal forma que en cada una de las vivencias se muestra un itinerario diferente para acceder a Dios. Hay otros muchos títulos (1 ); estos son sólo una muestra.

Dividimos nuestra exposición en dos partes. Primeramente, ofreceremos unas pinceladas de cada uno de los relatos. En un segundo momento, intentaremos poner de manifiesto algunos elementos comunes. Con esto se concluirá que todos, de una manera o de otra, parcial o totalmente, nos sentimos identificados con algunos de estos procesos, sin que ello obste para que cada uno tenga su historia personal.

1. Cinco historias personales

a) Scott Hahn y Kimberly, ROMA dulce hogar. Nuestro regreso al catolicismo, Rialp, Madrid, 2005, 198p (2)

Scott y Kimberly Hahn ofrecen el testimonio cálido, alegre y realista de su conversión al catolicismo. Estadounidenses y padres de familia numerosa, forman un matrimonio luminoso y lleno de afán apostólico. Su caminar hacia la Iglesia católica ha estado sembrado de lucha interior, incomprensiones y distancias -pues Scott se convirtió cuatro años antes, y era además un prometedor teólogo presbiteriano-. Pero por encima de todo se ha impuesto en su vida el amor: del uno hacia otro, a sus hijos, a la verdad y, sobre todo, a Cristo y a la Sagrada Escritura. Es una peregrinación espiritual que transforma toda su vida; un camino de integridad, de búsqueda de la verdad y adhesión a la voluntad divina, que culminó en la inmensa alegría de la vuelta al hogar: a la Iglesia católica.

b) Janne Haaland Matlary, El amor escondido, Belacqua, 2002, 283p (3)

Con esta obra, la profesora de Política Internacional de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Oslo, ex secretaria de Estado de Asuntos Exteriores de noruega y miembro del Consejo Pontificio "Justicia y Paz", trata de responder a los interrogantes fundamentales del ser humano: el porqué y el para qué de nuestra existencia; el dónde y el cómo; la necesidad, en ultima instancia, de encontrar el verdadero sentido de la vida.

Es la historia real de una mujer apasionada por el mundo en el que quiere encontrar la felicidad; felicidad que le conducirá a Dios porque, a diferencia de los hombres, Dios no se cansa de salir a nuestro encuentro. Encuentro que tiene lugar al principio como mera inquietud intelectual a través de la lectura de algunos pensadores cristianos, y que seguirá via corazón hasta su conversión al catolicismo. Vía corazón, porque se enamora de Cristo a través de la Iglesia.

Después, viene la crisis ante una doble vida o un cristianismo de mínimos (misa del domingo). El ejemplo de un amigo le hace emprender la aventura de encontrar a Cristo en lo ordinario, pues piensa que es esta su vocación, su camino para descubrir el amor como la fuerza oculta que nos lleva hasta Dios y permite cambiar el mundo.

c) Leonardo Mondadori, La conversión. Una historia personal, Grijalbo, 2004, 140p (4)

Leonardo Mondadori es presidente del principal grupo editorial italiano. En un libro titulado Conversione. Una storia personale, publicado por su propia editorial, la famosa Editrice Mondadori, cuenta su extraordinaria experiencia religiosa: de ateo sin remedio a creyente que ha decidido vivir en castidad..

No es frecuente que una figura de la jet society hable en público de cuestiones espirituales. Menos aún, que cuente su conversión. Pero lo que más ha sorprendido es que detrás de todo no haya ningún episodio extraordinario, sino un largo y pacífico proceso que le ha hecho redescubrir, con la fe, los sacramentos, la oración, la dirección espiritual, la castidad... Todo ello a los 55 años y después de muchas peripecias personales a lo largo de su vida.

El cambio empezó en 1992 y se inició cuando su empresa se disponía a publicar Camino, en el año de la beatificación de su autor, Josemaría Escrivá de Balaguer. Con este motivo entró en contacto con algunos miembros del Opus Dei, y poco a poco se produjo su conversión. Ahora, diez años después, ha decidido que valía la pena dar a conocer a otros ese itinerario suyo personal. Al principio, pensaba hacerlo mediante un ensayo que diera respuesta a las objeciones más frecuentes que las personas de su ambiente suelen poner a la fe. Pero cuando envió el borrador del libro a Vittorio Messori, para pedirle su parecer, el escritor le sugirió que lo mejor era que simplemente contara su experiencia. “Como dice Evagrio Pontico -un monje del siglo IV-, a una teoría se le puede contraponer otra teoría, pero ¿quién puede contradecir a una vida?”. Y así surgió el libro.

d) Alessandra Borghese, Con ojos nuevos, Rialp, 2006, 176p (5)

Este libro autobiográfico, de expresividad muy femenina, cautiva al lector por su sinceridad y garra. En sus páginas aparecen personajes como Juan Pablo II, el Cardenal Ratzinger o Teresa de Calcuta, pero también Leonardo Mondadori o Mick Jagger. La autora, heredera de un ilustre linaje de la nobleza romana, narra aquí su azarosa juventud y cómo su casual reencuentro en 1998 con la princesa Gloria von Thurn und Taxis, amiga de su época neoyorkina, suscita un cambio radical de vida, que la lleva a redescubrir la fe católica y a mirar todo "con ojos nuevos"

e) David Morrison, Un más allá para la homosexualidad, Palabra, 2006, 352p. (6)



2. Historias con unas características comunes

a) Al leer o escuchar la palabra conversión estamos acostumbrados a pensar en personas extraordinarias, como un S. Agustín, S. Pablo o el Cardenal Newman. O quizá en un proceso fuera de lo normal en el que el sujeto se encuentra ante una experiencia estremecedora. En nuestras historias nos encontramos con personajes normales, que viven una existencia ordinaria, una existencia como la nuestra. Pero también se puede decir que la conversión es un fenómeno ordinario en cuanto a su extensión. Si antiguamente, en una sociedad de raigambre cristiana como es la occidental, los fenómenos de conversión eran esporádicos, actualmente, en un mundo descristianizado, se dan con una frecuencia muchísimo mayor, de forma que ni siquiera en cuanto al número pueden ser considerados extraordinarios.

b) En el punto de partida siempre hay una experiencia personal de la fe y del encuentro con un ser trascendente que da sentido a la vida; proceso que nunca se cierra en una pura subjetividad, al buscarse con fuerza la verdad a través de la medición de la Iglesia.

Mondadori lo hará desde la Jet y desde el laicismo propio de una persona de procedencia atea. Scott y Kimberly Desde la búsqueda sincera de la verdad como miembros activos de la religión evangélica. Alessandra desde una vida que se ha ido alejando progresivamente de la fe como consecuencia de un vivir inmerso por completo en el presente, en un fluir cerrado a la trascendencia. Janne Haaland en su vida de trabajo intenso y de dedicación generosa a la familia que le lleva a plantearse el porqué y el para qué de la existencia; el dónde y el cómo; la necesidad, en ultima instancia, de encontrar el verdadero sentido de la vida. O, finalmente, David Morrison desde su experiencia homosexual.

c) Son hombres y mujeres que viven en sociedad y, por tanto, en dependencia del entorno, de las costumbres, de las formas de vivir de su época, muchas veces alejadas –cuando no contrarias- a la religión. Pero todos ellos han sabido defender un nivel de independencia totalmente necesario para pensar y obrar por sí mismos y que les permitirá dar ese paso que cambiará por completo el proyecto interior de su existencia.

d) Los protagonistas de estos relatos narran su proceso personal movidos por una misma finalidad: dar testimonio, ser conscientes de que han recibido un don de una valía extraordinaria, que les trasciende, del que son depositarios y también responsables a la hora de darlo a participar a otros. No hay para nada en estos relatos una búsqueda de un éxito editorial, o un afán de autoafirmación o de narcisismo o exhibicionismo interior. Más bien todo lo contrario. Algunos de nuestros protagonistas son enteramente conscientes de que contar su experiencia personal de fe les puede acarrear escarnios y perfidias. "Habré logrado mi objetivo solo con que uno de los lectores encuentre en las páginas del libro un poco de luz", señala Leonardo.

e) En todos hay un punto culminante y que constituye el momento decisivo de la conversión: el encuentro con Jesucristo en el evangelio. La constatación de que el Evangelio es realmente el libro de instrucciones para el uso del hombre; que Jesucristo es de verdad la respuesta a todos nuestros interrogantes; que sólo quien sigue a Cristo se realiza plenamente. “Ésta ha sido la primera prueba que he hallado. A ella se le añadió después otra prueba más: la oración. He experimentado que, cuando se pide algo a Dios con sinceridad y con intención recta, siempre se es atendido”, dirá Leonardo.

domingo, 10 de diciembre de 2006

La dictadura del relativismo

En la misa previa al cónclave en el que había de ser elegido el nuevo papa, el entonces cardenal Ratzinger denunciaba con fuerza los vientos de relativismo que azotan nuestra sociedad occidental en las últimas décadas. El relativismo se ha convertido en una actitud de moda, mientras que "tener una fe clara según el credo de la Iglesia católica" es despachado a menudo como fundamentalismo. "Se va constituyendo –concluía– una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja sólo como medida última al propio yo y sus apetencias". La expresión que acabo de subrayar, "dictadura del relativismo", llamó de inmediato la atención tanto de la audiencia como de la prensa, pues mostraba de manera bien gráfica la formidable capacidad poética del futuro papa que con sólo tres palabras diagnosticaba la enfermedad de la sociedad europea.

Algún periodista nacional consideró que esa expresión era un concepto absurdo, una contradicción in terminis, sin caer en la cuenta de que la combinación de esas dos palabras compone una figura literaria de enorme fuerza expresiva. Como es sabido, se trata de la figura denominada oxímoron, (del griego oxys, agudo, y moros, romo, estúpido), en la que mediante la yuxtaposición de dos palabras de significado opuesto se logra expresar un nuevo sentido, un contraste difícilmente alcanzable de otra manera: todos hemos empleado expresiones como "silencio atronador", "luminosa oscuridad", "graciosa torpeza" y tantas otras expresiones parecidas que llenan de sentido y viveza nuestra comunicación. Cuando el futuro Benedicto XVI hablaba de la dictadura del relativismo lo que estaba expresando con brillantez poética es que en nuestra avanzada cultura democrática se está imponiendo por vía de fuerza el principio de que todas las opiniones valen lo mismo, y por tanto, que nada valen en sí mismas, sino sólo en función de los votos que las respaldan.

Aquel mismo periodista argumentaba que "el relativismo es el alma viva del conocimiento científico". Y, exhibiendo un notable desconocimiento de la efectiva práctica científica, añadía: "Sólo quien duda de la exactitud de sus ideas puede sentirse impelido a ponerlas a prueba y, llegado el caso a descartarlas, o a restringir su campo de validez, abriendo paso a ideas nuevas, ellas mismas cuestionables". Nada más alejado de la realidad de la ciencia que esta caricatura. El científico no es nunca un relativista, no piensa que su opinión valga lo mismo que cualquier otra, y, si es un científico honrado, está deseoso de someter su parecer al escrutinio de sus iguales y de contrastarlo con los datos experimentales disponibles. El buen científico está persuadido de que su opinión es verdadera, que es la mejor verdad que ha logrado alcanzar, a veces con mucho esfuerzo. El científico sabe también que su opinión no agota la realidad, sino que casi siempre puede ser rectificada y mejorada con más trabajo suyo y con la ayuda de los demás.

En contraste con el periodista español, una conocida columnista del New York Times descalificaba al nuevo Papa como un absolutista, como "un archiconservador del Jurásico que desdeña la cultura del 'si te parece bien, hazlo' y las tendencias revolucionarias nacidas en los años 60 en favor de la diversidad y la apertura cultural". Maureen Dowd en su artículo aliaba al nuevo Benedicto XVI con el vicepresidente Dick Cheney en la batalla contra el progresismo liberal norteamericano, del que el New York Times es quizá su portaestandarte. Esta visión muestra bien el localismo miope de la prensa norteamericana, pero sugiere también que el relativismo que denunciaba el cardenal Ratzinger no ha afectado a los Estados Unidos tan profundamente como a Europa. Como reconocía la propia Dowd, citando al profesor de Utah, Bruce Landesman, "quienes sostienen posiciones progresistas no son relativistas. Simplemente están en desacuerdo con los conservadores acerca de qué es lo bueno y lo malo".

Efectivamente, en el corazón de la sociedad americana se encuentra la convicción de que la democracia es una concepción ética, presidida por un uso comunitario de la razón. En una democracia los asuntos se discuten hasta la saciedad y si no se llega a un acuerdo razonable son finalmente los jueces quienes deciden acerca de la moralidad de un determinado modo de proceder. En una organización democrática la noción de verdad ha de estar en el centro de la vida pública. Si no hay verdad, no es posible el debate porque la discusión deja de ser un proceso de búsqueda y se transforma meramente en una tramoya del poder. Si no hay verdad, si todas las opiniones valen lo mismo, pierde todo su sentido el pluralismo democrático.

No es verdad que todas las opiniones merezcan el mismo respeto. Quienes merecen todo el respeto del mundo son las personas, pero no sus opiniones. Al contrario, tenemos la obligación de ayudar a los demás a mejorar sus opiniones, a cambiar sus convicciones, exhibiendo las razones que asisten a nuestras posiciones morales y sociales para permitirles que se pasen, si lo desean, a nuestro lado. En este sentido, es importantísimo distinguir con claridad entre pluralismo y relativismo. Mientras que el relativista no tiene interés en escuchar las opiniones de los demás, quien ama el pluralismo no sólo afirma que caben diversas maneras de pensar acerca de las cosas, sino que sostiene además que entre ellas hay –en expresión de Stanley Cavell– maneras mejores y peores, y que mediante el contraste con la experiencia y el diálogo los seres humanos somos capaces casi siempre de reconocer la superioridad de una opinión sobre otra y de adherirnos a ella.

En última instancia, un relativismo como el que crece actualmente en Europa corroe la democracia, porque clausura el diálogo y acaba con el pluralismo. Precisamente un día antes del fallecimiento de Juan Pablo II, el entonces cardenal Ratzinger afirmaba en Subiaco que "Europa ha desarrollado una cultura que, de modo desconocido antes de ahora para la humanidad, excluye a Dios de la consciencia pública". Y añadía: "En Europa se ha desarrollado una cultura que constituye en absoluto la contradicción más radical no sólo del cristianismo, sino de las tradiciones religiosas y morales de la humanidad". En sus palabras se advertía de manera luminosa que el relativismo de nuestro tiempo, hijo bastardo de la Ilustración, era el punto de partida de la cancelación de Dios en la vida pública.

El contraste –aquí meramente apuntado– entre el pluralismo norteamericano (In God we trust) y el relativismo europeo es sólo una caricatura, pero ayuda a entender bien aquel sugerente oxímoron de la "dictadura del relativismo" del que hablaba con preocupación el cardenal Ratzinger en la víspera del cónclave. El relativismo es probablemente la enfermedad más grave de la sociedad europea en el momento presente y considerar la enfermedad como algo saludable es en verdad la peor de las dictaduras.


Jaime Nubiola. Profesor de Filosofía .Universidad de Navarra

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